martes, 29 de junio de 2010

Mejor que el silencio, Fernando Cabrera

El bardo uruguayo se presentó, a solas con su guitarra, en el Club Atlético Fernández Fierro



Desde su esperado (y tardío) debut porteño en La Trastienda, en abril de 2003, el uruguayo Fernando Cabrera se presentó, a solas con su guitarra, una treintena de veces en Buenos Aires. La mayoría de las veces, yo estuve ahí. En Gandhi, en Medio y Medio, en el ND/Ateneo, en el Archibrazo, en el Bauen, entre otros sitios que me vienen a la memoria. Entonces, la presentación del sábado pasado en el Club Atlético Fernández Fierro no tendría nada de extraordinaria, sino fuera porque cada show de Cabrera es extraordinario. No en vano, Jorge Drexler, en una cruza de obsesión y devoción, lo persiguió durante un par de años tocara donde tocara, sólo para observar, minuciosamente, su mano derecha.

El frío y la lluvia proyectan al invierno porteño en todo su esplendor. Y este galpón amable, con estética montevideana, es una refugio para los devotos del gran bardo uruguayo (entre ellos, algunos colegas, como Cristóbal Repetto,Luis Pescetti y Marcelo Ezquiaga. Lo que vendrá no es novedoso para los iniciados: los shows de Cabrera en este formato de guitarra, voz y cajita de fósforos, ostentan pequeños cambios. Detalles, apenas perceptibles, entre presentación y presentación. El repertorio incluye una veintena de composiciones que recorren una obra sólida que construyó en las últimas tres décadas, y una serie de versiones (Mateo, Gardel/Lepera, un medley entre Zitarrosa y Spinetta) que alcanzan en su interpretación una nueva dimensión, mágica y misteriosa.

En una de las paredes del galpón hay un cuadro con una silueta humana, esas que muestran las películas para practicar arco y flecha, jugar a los dardos o al tiro al blanco. Y las canciones de Cabrera son como dardos que hacen blanco en las fibras sensibles de los espectadores. Pasan las canciones y ruedan las lágrimas por las mejillas, se anudan las gargantas y aflora la garra del corazón.

Cuando canta, Cabrera lanza gritos y susurros, y lo mismo hace con su Fender Telecaster, como si fuera una extensión de su cuerpo. Declama y construye el misterio con el modo en que sugiere diversos pasajes de la letra y de la melodía. Hasta que agarra la cajita de fósforos y casi al pasar lanza en "Viveza" una visión panóptica de la Ciudad Vieja, de un viejo artista que llega al fin de su carrera, de la viveza criolla y del mundo en general. Se trata de la mejor canción uruguaya de los últimos diez años. Y en este caso no lo acompaña el silencio devocional, sino un coro entusiasta y unas palmas igual de entusiastas, aunque un tanto desprolijas. A partir de allí, la audiencia se hace coro como pocas veces antes ("El tiempo está depués", "Dulzura distante"), y la comunión entre el público y el cantor es extraordinariamente emotiva.

Y "Por ejemplo" trae más lágrimas, y el fantasma de Mateo emerge en una de las rarezas del recital ("Lo dedo negro"), y una afortunada recibe el "feliz cumpleaños" antes de "Punto muerto". Y como yapa, "Meritos y merecimientos", recibe la ovación final que invita a parafrasear a Caetano: Mejor que el silencio, sólo Fernando.

Por Humphrey Inzillo .

lunes, 28 de junio de 2010

Fernando Cabrera en LA SED Y EL AGUA (1999)

Fernando Cabrera en LA SED Y EL AGUA, entrevistado por Raquel Daruech.


domingo, 13 de junio de 2010

AUTOBLUES

SEGUNDO TRABAJO EN LA CARRERA DE CABRERA 1985, HACE MUY POCO EDITADO EN

CD, CABRERA NOS CUENTA UN POCO MAS DE ESE DISCO Y EL CONTEXTO EN EL CUAL FUE GRABADO. ("EL NACIONAL" de Radio Futura)



1985 el Uruguay volvía al régimen democrático, yo vivía una época como

toda esa época de hiperproductividad, hacia mucha música, acababa de

lanzar un año antes El viento en la cara, Uruguay vivía un momento muy

extraño, de desacomodo, que puede provocar a veces confusiones,

expectativas que no se cumplen, lo típico del cambio y de las crisis.

Nunca tuve un sistema o un horario de componer las canciones, siempre

hasta el día de hoy me sucede cuando me llega una idea, tomo nota o lo

recuerdo, en aquel entonces yo compartia mi trabajo musical con dar

clases en el interior, iba tres día por semana el día entero, me iba a

las 6 de la mañana y volvia a las 8 de la noche muerto, lunes, miércoles

y jueves, dos días a San Jose y un día a Colonia, he tenido muchos

trabajos, en ese año era copista de partituras del Sodre, trabaje en casa

de repuestos de autos, en el 85 también hicimos un viaje muchos uruguayos

a Moscu a un inmenso festival que se hizo, me toco representar a Uruguay

junto a Flavia Ripa y Carrero, así que como todos aquellos años eran

nutridos de actividades y en ese marco grabe este disco. Esa década del

80 tuve la locura de sacar un disco por año.

Lo grabamos Autoblues en el estudio IFU en Montevideo, por aquel entonces

todo el mundo grababa allí, queda en la calle T Narvaja y Cerro Largo, en

ese disco me acompañaron Leonardo Baroncini que estaba tocando en los

Estomagos, Andres Recagno y yo en la guitarra, y Carlos Cotelo en

guitarra , de el es es solo de Grafia, El vagón dormido, El 106.
En aquella epoca no se hablaba de productor artístico, no había en

Uruguay, lo produje yo sin darme cuenta y me sucede hasta el día de hoy,

en aquel entonces yo veía los discos importados que siempre decían

"productor artístico fulano de tal" y yo me preguntaba que querrá decir

esto, pero estaba cumpliendo esa función sin saber que se llamaba así, en

uruguay no se tenia esa costumbre de tener productores artísticos

propios, y los músicos no utilizábamos.

Le puse Autoblues porque me llego la palabra a la cabeza, hay una canción

que se llama así que habla de recuerdos mios de la adolescencia, me

pareció una linda palabra para titular el disco.
El arte gráfico me gusta mucho, yo miro hoy esa foto y no me doy cuenta

quien es esa persona, un chiquilin, la hizo un queridisimo amigo Horacio

Olivera, y adentro tiene unos dibujos, cartón que venia dentro del vinilo

de Martin Mendizabal, y atrás del disco es una foto que se nos ocurrió a

mi y al fotógrafo, en la vieja estación Yatay, y la palabra es capicúa,

pusimos la misma foto dada vuelta, como enfrentada. que se puede leer

igual.

Yo no lo valoraba mucho este disco, lo grabe en plena juventud, al

principio cuando me llamaron de Bizarro para ver

si yo lo quería reeditar la respuesta fue que no, después lo volvi a escuchar y me

volvió a gustar, mejoramos algunos aspectos del sonido y quede muy

conforme, me alegra mucho que este en la desquería y que la gente pueda

escuchar un material que tiene 25 años y sobre todo aquellos que me

decían en la calle "cuando se va a reeditar Autoblues?? así que gracias

al sello Bizarro.