viernes, 31 de agosto de 2012

"Yo no soy un poeta ni lo pretendo"



Fernando Cabrera se adapta al mercado. Producto de sus giras por algunos países de América del Sur su popularidad ha crecido fuera de fronteras. También fronteras adentro hay nuevas generaciones a cuyos oídos llegan por primera vez las melodías del hombre nacido y criado en el Prado. “Está pensado como para que aquellas personas que quizás se acercan por primera vez a lo mío, o que quieran tener de un golpe una cosa representativa”, explica Cabrera a El Observador.

Sábado y domingo se presenta en el Teatro Solís con el espectáculo Intro, una mezcla de canciones y poemas, acompañado por la misma banda que grabó Canciones propias: Federico Righi en bajo, Juan Pablo Chapital en guitarra, Ricardo Gómez en batería y Herman Klang en teclados.

Además, se anima a pisar (y a publicar) la poesía, un territorio lindero con la canción pero con un lógica propia. Un libro de más de 60 poemas acompaña el dvd que compone Intro. Música y poesía: ambas sonaran en el Solís de la garganta de Cabrera.

¿Cuáles son los significados de Intro?
El proyecto Intro es el coraje para publicar una cantidad de poesías, que no son letras de canciones, junto con un dvd, que incluye un concierto hecho en los estudios Ion de Buenos Aires, con 18 temas de todo mi repertorio.

¿Es un “very best” of Cabrera?
Sí. No sé si es una antología. Es una panorámica. El dvd se hizo con una pequeña cantidad de público alrededor, algo muy típico, en unos estudios que son una leyenda en la tradición discográfica de Buenos Aires. Ahí también grabó Totem. En los pasillos tienen las fotos de Yupanqui, Troilo, Piazzolla, Vinicius. Este dvd viene a cumplir una antigua solicitud que recibo siempre que es: “¿Cuándo vas a grabar un disco solo con la guitarra?” se ve que quienes siguen lo mío me prefieren solo con guitarra. Es un Cabrera unplugged, muy bien hecho. Y después los poemas, claro. Son más de sesenta. Me gustó usar la palabra “intro” porque es un término que usamos mucho en la cocina de la partitura, es una palabra muy presente en los músicos. Y por sus connotaciones de interioridad, o de introducción a lo mío. Una cosa que me sucede mucho en los últimos años es que hay gente que me conoce por primera vez ahora. Yo ya tengo 35 años de carrera en esto, una cantidad de discos, sin embargo muchísima gente me escucha por primera vez ahora. Argentinos, chilenos, colombianos. Lo edita Ayuí en Uruguay y S Music en Argentina. Es una buena manera de iniciación para aquel que no me conoce.

¿Es tu “intro” en la literatura también?
Bueno, relativamente. Hace 20 años publiqué un librito pequeño que se llamaba 56 canciones y un diálogo, editado por Trilce. Era un diálogo porque traía un reportaje realizado por Alicia Migdal. ¿Por qué sacar un libro de poesía? Cabe aclarar que yo no soy un poeta ni pretendo ocupar ese lugar. Lo que sí siento es que hay muchas personas que disfrutan de mi forma de escribir y estoy seguro que hay un público que va a recibir esto con agrado y que lo va a leer. Por eso me animo a publicarlo. No me siento poeta, no me dediqué a la poesía como algo central en mi vida.

¿Algunos de estos poemas se conectan con las letras de tus canciones?
No es mi intención. Es una cosa que hago aparte. Que por algo cuando lo termino de escribir no lo destino a guardarlo porque lo voy a musicalizar.

Si aceptás que tus raíces musicales están en muchas patas -Piazzolla, Jobim, los Beatles, el tango, el folklore del Río de la Plata, la música clásica-, ¿cuáles serían tus raíces poéticas?
La lista sería infinita, pero si me retraigo a cuál fue mi primer contacto con la poesía, es el Martín Fierro. Hasta los 13 o 14 años no leía nada ni tenía el menor contacto con la literatura. Y tampoco con otras manifestaciones artísticas: ni el cine, ni el teatro, ni la pintura. Vengo de una familia donde esas cosas no existían. Vivía en el vandalismo adolescente de un colegio de varones.

¿No había biblioteca en tu casa?
Para nada, no había un solo libro. No había motivación. Todo era trabajo, en fin, otros conceptos. No acuso; era así. Un buen día uno de mis mejores amigos, me dice: ‘Vos sabés que en mi casa hay un libro y lo estuve vichando, y estoy seguro que a vos te va a interesar’. Y yo pensé: ‘¿Qué me está diciendo este? ¿Leer un libro?’ Estaba fuera de nuestro catálogo. Este amigo me da el libro y era el Martín Fierro. Tal como él vaticinó, para mí fue un shock, un despertar.

Un libro difícil de entrarle para ser el primero de un lector…
Sí, y aparte yo no tengo ningún tipo de contacto con el medio rural. Soy una persona que adora la cultura criolla, pero que he nacido y he vivido en la ciudad. Leí el Martín Fierro y me pegó fuerte. Comencé a buscar otros libros conectados a lo gauchesco, y me topé con Serafín J. García y Tacuruses. Fue la primera vez que yo compré un libro, que tuve el impulso de conseguir plata y comprarlo. Me morí con Tacuruses. Por unos años tuve una afición completa por la poesía gauchesca. En preparatorios me encuentro con una barra mucho más cultivada y estos amigos me prestan un libro de Mario Benedetti Inventario 67, una antología de poesías de los ’60. Me encontré con otro modo de escritura y otros temas. Esas fueron mis dos vetas de entrada a la poesía y a la literatura en general.

¿Cómo hacés para que los poemas no sean canciones?
No puedo evitar que los poemas sean muy musicales. En Intro hay muy poco verso libre, porque no es un lugar donde me encuentre muy cómodo. Y tampoco escribir con una estructura silábica fija es muy cómodo. Hay mucho octosílabo.

Canciones tuyas como Pueblo, del disco Fines (1995) son poemas. “Con una especie de causa medieval/ que llevan entre los hombros/ los habitantes de este olvido…”
Sí, claro. Eso es un poema. Es un lenguaje hermético, que no parece una canción. Pero bueno, no sé por qué se me habrá ocurrido. Tobogán y Tuve también son muy poéticas. La casa de al lado también.

¿Sos lector de poesía? ¿Qué hay en tu mesa de luz?
Ahora hay poesía de poetas jóvenes uruguayos. He leído poesía toda mi vida. Desde el Siglo de Oro español, poesía brasilera. Conozco bastante bien la obra de Carlos Drummond de Andrade, los concretistas. Conozco la poesía argentina, bastante, la uruguaya, bastante. Y la del mundo anglosajón, en traducciones. También leí incansablemente narrativa. Pero hoy en día me cuesta la ficción. Me cuesta leer una novela, un cuento, lo que alguien haya inventado para entretener a otro. Me dejó de interesar. Puedo leer ensayos, libros de historia, biografías.

¿Qué fue lo último que te emocionó a nivel artístico?
Soy de lagrimita fácil, como dicen. Vi la última de Woody Allen, Medianoche en París. Juega con la realidad de un modo creativo tan increíble…

¿Y hubieras sido el protagonista de la película, a qué época te hubiese gustado escaparte?
La época depende del lugar del planeta. Me hubiera gustado estar acá en alguna otra época. Ser testigo, entre el ‘900 y los ’30 o los ‘40 del origen y la evolución del tango. Haber visto las iniciales orquestas de Francisco Canaro. Haber visto a Gardel, las novedades que trae Bardaro, el origen de la orquesta de Aníbal Troilo. Siento una profunda admiración por ese fenómeno musical que es el tango. Muy rico y muy poco estudiado. Y el Uruguay de esa época, que tuvo esa cosa de avanzada del batllismo, que se manifestó en muchas áreas.


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lunes, 20 de agosto de 2012

El Árbol de los Búhos. Entrevista a Fernando Cabrera


Lo hallé un mediodía tardío, porque lo era y porque es más poético decirlo así. Y sí… fue un hallazgo. Él estaba un tanto distante e íntimo, pero consigo mismo, detrás de la revista y de su café de a sorbos. Correcto, amable, casi resignado a su notoriedad.

Yo había reseñado un espectáculo suyo en la Trastienda de Montevideo. Se lo dije, pareció interesarse y anotó en una servilleta la dirección de la página Web y se sorprendió por el nombre.

-¿cooltivarte?

-Sí, dije, saboreándolo de antemano.

-¿Vos sos cool?- preguntó, marcando la cancha. -Porque yo no lo soy para nada- arremetió.

-Lo sé -contesté mirando de reojo la revista Caras que él había estado mirando. Eso, y su porte, el pelo, los lentes, el saco, aparentemente casual, y su postura corporal; un niño viejo un poco enfurruñado y sentado de espaldas a la vidriera.

Todo esto lo supe después y es, claramente, una construcción literaria. En esos momentos trataba de vocalizar mi seseo y controlar los latidos de mi corazón. Era Fernando Cabrera. A no gilear. Los quiero ver a ustedes.

Y así dio comienzo esta entrevista que no pudo ser presencial, por cuestiones de agenda, salud y personalidad.



Han pasado algunos años desde aquellos 6 o 7 cuando tu madre te regaló una guitarra (sin preguntarte) y te envió con la profesora argentina Noemí Porrati a tomar tus primeras lecciones de música.

Ha pasado la época de Mon TRES video y la influencia fecunda de Lazaroff (“dejate de embromar con esto de ser arreglador, dedicate a la canción, hermano (a propósito de Paso Molino y La Vidalita), Galemire, Mateo, Darnauchans, quién te mostró que se podía hacer canción “siendo caprichoso, siendo corajudo”. Y tantos otros.

Llegó el Gran Rex, tu guitarra negra, “porque te queda más elegante” -Drexler dixit- y el lugar central en su espectáculo y aquellas tres canciones (que no eran las que vos, inicialmente, ibas a cantar) La cajita de fósforos; Viveza y La casa de al lado.

Y pienso acerca de quién es hoy Fernando Cabrera, para Fernando Cabrera. ¿Seguirá tan reticente a llamarse a sí mismo poeta, a secas, o sentirá como hace años que “es cargada la palabra poeta…es brava esa palabra…es un bloque… hay que llevarlo”; “soy un poeta popular como Carriego o Ferrer.

Y esta es la primera pregunta de esta entrevista:



-¿Quién es Fernando Cabrera? No, para los medios, ni para el público, ni siquiera para los colegas, sino para sí. ¿Quién es este ser que responde a este nombre visto por sí mismo?

-No sé quién soy. Mejor dicho, no me lo pregunto, no tengo capacidad de verme. Puedo divagar en este momento y decir que "ya se pasaron muchos años y que algo he hecho, dentro de un proyecto más bien ciego, nada explícito. He plasmado algo en la canción, un modesto signo que no se parece a otros, que es mío". Pero también pienso, sin retórica, que siempre estoy comenzando, que soy permanente principiante y queda mucho por hacer. Veo muchas composiciones, borrosas aún, pero casi tangibles, sobre las cuales siento una obligación o mandato de darlas a luz. Íntimamente: soy el mismo que a los 5 o 6 años. No he cambiado. Me veo entrando a clase el primer día de escuela. Saliendo al patio en el primer recreo. Todo me resulta ajeno, distinto, difícil de compartir. Incomunicación directa, inmediata. El comienzo de un largo proceso -llega hasta hoy- de comprensión, de adaptación, casi nunca logrado. La individualidad, no como opción sino como único y fatal camino posible.



Sin duda, el que escribe es a su vez escrito, dicho, decido. Tu escritura, aún esta, sobre todo esta, de ahora, tiene un cauce por debajo, un rumor; sus raíces en lo oculto, como le gustaba decir a Lispector. En tus letras, en tu poesía, en este texto/respuesta, hay silencio. Difícil. “Existe una masonería del silencio que consiste en no hablar de él y adorarlo sin palabras” . El silencio se hace bajo las mesas y entre líneas. El rumor del que hablo, el cauce, viene del silencio; del que no necesita nombrar para decir. Aludís a la poesía, a la creación, retornás, como en alguna entrevista anterior, a convocar la figura del demiurgo, el que ordena el caos: “Veo muchas composiciones, borrosas aún, pero casi tangibles, sobre las cuales siento una obligación o mandato de darlas a luz.” Y lo hacés con pudor, el mismo pudor que hay en tus letras. Pertenecés a una época de pudor, seguramente a un entorno familiar pudoroso… “éramos obedientes” decís en una entrevista, con Sotelo; un entorno en donde tu madre silbaba Garota de Ipanema (sin desafinar) “con el cambio en la parte B, que cambia de tono”.

El pudor que deviene de sospechar que la Belleza, alguna belleza, es un camino posible. También te referís a la soledad del creador y a la incapacidad, casi como un sino, una fatalidad, de adaptación, de comunicación.

“Todo me resulta ajeno, distinto, difícil de compartir”…, esta es la declaración más honesta que hemos recibido -como público- de un creador. Y aquí comienza a configurarse la pregunta, porque aún no me queda claro si ese “modesto signo que no se parece a otros, que es mío”, ese impulso creativo, proviene de un sueño o si es vivido por vos como un presagio, un anuncio. Pero en uno u otro caso…



-¿Cuál es el precio que se paga (que pagás) por estar auscultando esas “composiciones, borrosas aún”, donde la individualidad es casi el único camino posible, como una fatalidad?

-No sé si pago un precio. Si pago, no lo siento como pérdida. Porque a cambio también gano o cobro. Lo que pago tal vez sea mostrar desnudamente mi interior siendo yo un discreto, un tímido. Y luego revivirlo cada vez que interpreto ese tema o cada vez que lo oigo por otros. Es volver a lugares que quizá sea más sano olvidar, dejar atrás.

Eso es lo que pago, no olvidar lo olvidable. Aunque también hay cosas que me son gratas revivir, por supuesto. Muchas: tesoros de la infancia, versos bien resueltos, machiembramientos felices entre letra y música, el vértigo sin caída de cantar y tocar la guitarra. Eso es lo que cobro, pero por sobre todo lo que más cobro o gano es cuando veo que el oyente vibra con algo que yo hice. Cuando veo que logro la emoción en el destinatario me siento inmensamente rico. También debo decirte que hay ya un acostumbramiento al oficio y que por nada del mundo dejaría de hacer esto. Me da una felicidad enorme el transcurso de la hechura de una canción, que a veces es muy demorado, puedo demorar meses o años. Pero nada en el mundo me da una satisfacción similar a la composición. Bueno, también la interpretación. Cada vez soy más dichoso en el escenario.



Es muy interesante el re-encuadre discursivo que hacés, casi como un fotógrafo. Y tanto más interesante es aquello que queda por fuera del cuadro, aquello que no decís. Teniendo en cuenta, además, que aquí nos perdemos la potencia ilocutoria, al no estar frente a frente, sino en ¿extremos? de la Web. Sólo me resta la estrategia del discurso escrito como croquis de una mentalidad. De tu mentalidad. Para tratar de avistar, de entre-vistar, al ser detrás de la urdimbre -cota de mallas- que es el intelecto (un poco a lo Buarque, a lo Veloso). Tratar de discernir a través de la urdimbre de tus palabras (sos un gran urdidor, un palabrador, refinado) al individuo que parece estar siempre un poco molesto, irritado, con cara de no se acerquen.

Un discreto, decís, un tímido; alguien que no es para nada cool, como me advertiste en nuestro primer y único encuentro hasta ahora.

¿Qué es la fama para vos, Fernando? Para un discreto, un tímido. Para alguien que se ha convertido -no sin esfuerzo- en el compositor más versionado de la escena uruguaya. Quién además tiene un documental en progreso que abarca cuatro años de su carrera; un audio libro con un concierto y más de 90 poemas propios y un adelantado libro de entrevistas (Temponi/Pampillón) y otros tantos rechazados por considerar que era "absurdo" que salieran cinco libros sobre vos en un año.

Y obturando la posible tentación de que cites a Humberto Correa, me adelanto y agrego:



-"Si la fama es puro cuento", ¿qué cuenta ese cuento?; ¿qué te cuenta a vos?

-De la fama sólo conozco la parte pesada y no dispongo de la parte mejor que sería, calculo, el bienestar y el dominio de mis horas. O sea: un verdadero famoso también puede defenderse de la fama, por medio de guardaespaldas, altos muros en sus viviendas magníficas, vidrios negros en sus vehículos ídem, lejanas y paradisíacas tierras para sus vacaciones frecuentes, cuentas bancarias a salvo de eventuales avatares

financieros, etc. Yo de la fama sólo recibo reportajes, pedidos de presencia o donación de mis honorarios para todas las causas imaginables: instituciones de ayuda de todo tipo, cirugías en el exterior de todo tipo, sindicatos de todo tipo, escuelas o merenderos que se les voló el techo de todo tipo, recitales de colegas de todo tipo, grabaciones de colegas de todo tipo -acá y en Argentina- grupos estudiantiles de viaje de todo tipo, estudiantes de periodismo, sicología, historia, música, que quieren hacer su trabajo para la clase conmigo, hijos de mis 500 amigos íntimos que quieren charlar, conocerme, asistir a ensayos o grabaciones, hijos de mis 5.000 conocidos ídem, permanente pérdida de privacidad en bares, veredas, librerías, playas, parques, llamadas telefónicas de desconocidos a toda hora, desconocidos que me quieren conocer personalmente... Sólo eso. Como contrapartida, el intangible patrimonio de sentirme solidario.



Asumo como creador mi propio monstruo. Un ser que tiene como único destino prevalecer. Apartado de los demás. Lo dejo obrar en los sueños o en el arte. Lo suelto a un mundo sin coordenadas y lo abandono a vagar por las planicies oníricas que abren y desgajan en océanos con llamaradas blancas y hambrientas; un lugar de lunas crucificadas donde el viento del inconciente sangra y el tiempo -que no es tal- es pálido como un lienzo borrado y vuelto a estrenar. Somos el uno la cárcel del otro.



-¿Dónde obra tu monstruo?

-No percibo un monstruo adentro. Lo que veo en mi interior es cierta facilidad y gusto por combinar palabras y lo mismo con los sonidos, de mi voz y de instrumentos musicales. Descubrí eso en mi adolescencia y comencé a practicarlo hasta hoy. Se ha convertido en una pasión y también en un medio de supervivencia. Lo he ido decantando y puliendo. Cuando miro adentro en busca de temas o ideas para mis canciones veo lo que supongo ve todo el mundo: su historia, su experiencia. Lo que no todo el mundo logra es traducir eso en un objeto artístico. Esa es nuestra tarea, la tuya con tus poemas y la mía. La misma tarea, pero con otros objetos, cumple el panadero, el sastre, el albañil, etc. Nosotros fabricamos objetos para el espíritu, ellos para los cuerpos o para las necesidades materiales. Creo que no hay que hacer distinción entre ambas actividades o privilegiar la nuestra. La utilidad es pareja.



Entiendo que te haya incomodado la pregunta, y quizá la palabra monstruo no da cuenta de la fatiga de tratar de comunicarse con otros. O de la necesidad de andar buscando "composiciones para darlas a luz". Cierta inadaptación que se sufre: "Todo me resulta ajeno, distinto, difícil de compartir. Incomunicación directa, inmediata. El comienzo de un largo proceso llega hasta hoy- de comprensión, de adaptación, casi nunca logrado. La individualidad, no como opción sino como único y fatal camino posible".

También reconozco que esta no es una entrevista típica, un ping pong. Ya las has tenido y las tendrás. Y por supuesto valoro tu generosidad a la hora de contestar. No puedo evitar no diluirme en la entrevista (lo cual sé configura un estilo por demás deseable). Esto es más bien una conversación. Nada más lejos de mi intención privilegiar mi actividad o la tuya sobre otras. He dicho en algunas oportunidades que escribir bien implica la misma devoción que hacer bien una torta o un banco. Arte es arte. Puedo ser más conciso, claro. No es mi intención desorientarte.



-¿Qué te dicen los búhos cuando cantan?

-No me incomodaron las preguntas.

Desconozco el idioma de los búhos.



Me hiciste reír mucho con algunas respuestas del mail que sigue a éste. Lo de las comidas es desopilante, por alguna razón intuía que podía ser así. También reí con la recuperación de tu primer libro con poemas. Borgiano.

¿No recordás haber hablado de los búhos?

"El oeste de la ciudad tiene Banda de sonido propia (Jaime Roos, dixit): ramas de árboles y pájaros distintos, con distintos cantos; un bosque enfrente de mi casa; el sonido del tren; el silbato de las fábricas, los cascos de los caballos en el hormigón, la campanita de los carros me fascina.

De noche los búhos que cantan a dúo, 2 búhos. Un canto increíble. No me animo a reproducirlo [...]"

Pretendía bucear en tu proceso creativo, la fase sensorial. La impregnación del mundo en vos. Imaginé que esos búhos te impresionaban de alguna manera especial. Pues decidiste decirlo en público, en una entrevista de 1997 con Aldo Novick. Hablamos de aquello que nos pasa, que nos conmueve. Cómo esa conmoción termina en la creación, dentro de un ser creativo, ése es el “Santo Grial”. Miré y escuché todas las entrevistas que existen en la Web. Y destaco tu coherencia temática. Tu decir. Los búhos estuvieron allí porque así lo quisiste. Reconozco que como imagen ¿poética? es formidable, ni hablar del sonido de la palabra. Sólo por eso valió la pena. Sospechaba que podía haber más. Sigamos.

No has sido un compositor de “resistencia” de “barricada”, sin embargo el proceso de la dictadura y la represión transcurrió desde tus 16 a los 28 años. Y te cito: “ […] la dictadura con toda su ferocidad, con toda su cosa tan horrible… se hizo sentir; […] pero vivíamos… y allí estábamos y funcionábamos como podíamos y hacíamos cosas”.

(En pleno proceso dictatorial Chico Buarque concibió “O que será” algunos dicen que es sobre el amor, otros sostienen que es sobre la libertad).



-¿En qué parte de tu proceso como creador se imbricó la dictadura?

-La dictadura empezó casi al mismo tiempo que mi proceso creativo. Mi relación con la creatividad musical no se vio afectada por la Dictadura o mejor dicho, todos supimos adaptarnos, luchar contra ella, hacer lo nuestro sin ajenizarnos, finalmente derrotarla. Opiné en mis canciones aún corriendo riesgos (Lejos, Salir, Margen, Desbordando barrios, Estás acabado, Joe, Cuando toque tu espalda) pero las hubiera escrito igual, en el mismo lenguaje, con Dictadura o sin ella. Nunca rebajé mi forma de escribir por razones de censura. Aunque alguna vez sufrí censura. Detesto el panfleto y detesté sobremanera en aquel período a quienes baratizaron la canción en aras de una comunicación inmediata hija de la urgencia política. Yo escribo igual ahora que en aquel entonces mientras otros que no nombro desaparecieron.



-¿Todo converge sobre el escenario?

-Todo converge sobre el escenario. La energía creativa mía (transfigurada en trance) y la energía creativa del espectador, no por receptiva pasiva. Si todo va bien ambas partes confluyen en el trance.



-¿Existen para vos las epifanías?

-Claro que existen las epifanías. La vida está llena de ellas y no me refiero sólo al hecho artístico o compositivo. Lo epifánico ocurre en la mente de cualquiera, quiera o no.



-¿A qué responde la profunda concentración a la hora de interpretar?

-La concentración es un bien, un valor. Necesario en infinidad de actividades tales como clavar un clavo, manejar una máquina, dar un examen, cocinar, hacer el amor, y un dilatado etc. Comprendo sin embargo que haya otros seres que no la necesiten. No es mi caso.



-¿Con qué artista aún no has trabajado y quisieras hacerlo?, ¿por qué?

-Con C. Gardel, J.L. Borges, Ch. Chaplin, A. Troilo, Ch. Parker, J. Hendrix, L.A. Solari, J. Cúneo, King Crimson, A.C. Jobim, R. Starr, W. Allen, E.Regina, B. Dylan y otros. Por un lado porque me gustan y a la vez porque pienso que habríamos encontrado la manera de interactuar.



-¿Por qué recién ahora salen a la luz tus poemas, más allá de la poesía en tus letras?

-Ya una vez, en 1992 (Ed. Trilce) publiqué un libro con canciones y poemas, entreverado, sin separarlo en dos partes. Se llamaba "56 canciones y un texto" (con prólogo y entrevista a cargo de Alicia Migdal) Al haber pasado veinte años se me juntó otra cantidad similar, ahora sólo de poemas, y se me ocurrió volver a intentar la irreflexiva aventura editorial, esta vez junto a un DVD que registra un concierto en vivo en los míticos estudios ION de Buenos Aires. De aquel primer libro recuerdo que me arrepentí pronto y un día fui a Trilce y compré todos los ejemplares que quedaban para hacerlos desaparecer luego. Yo sólo poseo un ejemplar que no presto a nadie y que es el que le había obsequiado en su momento a mi madre. Por cierto, en la tapa se reproducía un cuadro de Solari, "Los ángeles paseanderos".



-¿Zitarrosa?

-Zitarrosa: ejemplo supremo en mi tarea. El sano diálogo entre la tradición y el hoy. El sano diálogo -más infrecuente que el anterior- entre lo rural y lo urbano: con un lenguaje y una temática campera logró ser querido y exitoso en la ciudad. Ayudó en la supervivencia de géneros agonizantes como la vidalita, el gato, la huella, el estilo, la chamarrita, el razguido doble (la milonga no precisa salvataje por gozar siempre de enorme salud) Gran poeta. Gran arreglador de guitarras. Muy oriental.



-¿El placer en tu vida?

-Tomar mate al lado de la ventana de mi casa que da al norte, de mañana, escuchando radio Clarín, con apuntes que corregir o continuar, o un libro interesante, cambiar de ventana en la tarde y ver caer el sol sobre la bahía y el cerro, comprobar una vez más cómo de a poco se comienzan a distinguir del atardecer, la luz de la farola y las pequeñas luces de la ladera. Antes el placer también era recorrer el país, verificar nacientes de ríos, o pequeños pueblos que nunca había visitado, rutas que no había transitado. Mi padre fue camionero en una época y eso me quedó. Los ensayos con los músicos que me acompañan.



- ¿Y la gastronomía?

-Sólo sé preparar dos platos, uno simple y otro más elaborado. El simple, la tostada. Y el sofisticado el refuerzo.



-¿La Belleza?

-La belleza está en todas partes pero para cada uno es una cosa distinta. Lo que es bello para alguien para mí puede no serlo.



¿El mar?

-El mar es algo que despierta escaso interés en mí.



-¿Qué es el amor para Fernando Cabrera hoy, en su adultez?

-Nunca supe qué es el amor, menos ahora en la vejez. Creo que sustancialmente se trata de una construcción cultural. En los hechos es una mezcla de atracción física con convenio. Creo que las parejas se unen para apechugar mejor en la vida, para enfrentar las cosas de a dos. También está el amor genérico a la humanidad. Este sentimiento mueve muchas cosas y me parece muy positivo. La pena es que buena parte de la humanidad carece de este sentimiento.



-¿La política?

-La política está comprendida en la segunda parte de la respuesta anterior. O sea, creo que debiera ser el resultado del amor a la humanidad.



-¿La iniciativa para bajar la edad de imputabilidad de los menores?

-Tengo una canción que habla de ello, "Menores" Está en el disco Ciudad de la plata (Ayuí, 1998). Ayer mismo me invitaron a participar de un spot televisivo en contra

de la iniciativa de bajar la edad en un próximo sufragio. Mi intervención fue más o menos la siguiente: no estoy de acuerdo con quienes impulsan este tema, creo que actúan con cierto arrebatamiento o apresuramiento. No tienen en cuenta que más adelante aparecerá alguien que propondrá bajar la edad a 14. Vendrá luego otro u otros que querrán bajarla a 12. Y etcétera. Yo propongo algo más radical: llevemos el límite a 0. Todos sabemos que hay niños que ya desde la guardería comienzan a cometer sus primeras faltas o pre-delitos. Ahorremos tiempo y plebiscitos. Fernando Cabrera. Pero los integrantes de la Comisión me persuadieron de que la ironía podría no ser del todo comprendida. Entonces me remití a afirmar que de 20 delitos sólo 1 corresponde a un menor. Sólo el 5,9% de los delitos son efectuados por menores.



-¿El proyecto de despenalización del aborto?

-Apoyable. Así no se puede seguir, es un tema de índole sanitario donde están en juego muchas vidas.



-¿Desempeñarías un cargo público como lo hizo Gilberto Gil o Chico Buarque en Brasil, respecto al Ministerio de Cultura?

-Jamás tomaría un cargo público salvo que no tenga para comer. No tengo capacidad ni vocación.



-¿Leés o leíste a Marosa di Giorgio?

-Lamentablemente tengo cierta dificultad para leer a Marosa di Giorgio. El estilo me resulta inabordable y sus temas no me atraen.



-¿Qué es la libertad para vos?

-La libertad es poder decidir, es no recibir prepotencia, no estar sujeto a aceptar las determinaciones de otros cuando no concordamos con ellas.



-¿Y la justicia?

-Definir la justicia esta fuera de mi alcance porque como en tantas otras cosas siempre hay diversas posiciones. ¿Quién determina qué es lo justo cuando para una persona lo es y para otra no?



-¿Te gustan los vinos?

-De vez en cuando me gusta el vino, antes más ahora menos. No soporto el Tannat por fuerte y por excesivamente manchador.



-¿Considerás que sos un ser con una inteligencia destacada?

-Mi inteligencia es muy limitada. No cuenta que tenga cierta habilidad para la música o las canciones. En otros muchos órdenes me falla o es incompetente. Mi vida paga tributo permanente a esas incapacidades.



-¿Qué, con los pobres e indigentes?

-Es deber de todo ser humano que se precie, trabajar para revertir la pobreza y la indigencia.



-¿Alguien tiene derecho a morirse de frío en la calle?

-No, salvo que en pleno dominio de sus facultades mentales se esté suicidando.



-¿Qué, con los ricos?

-Quien tenga la habilidad de enriquecerse honestamente merecerá hacerlo. Luego debe aplicar mi primera respuesta.



-¿Qué sentís acerca de tu vejez -en el horizonte- y la de tus seres queridos?

-Mi vejez ya no está en el horizonte (algo que nunca se alcanza) Convive recientemente conmigo y está ocupando vastos territorios de mi cada vez más debilitada y huidiza juventud. Tanto la vejez de mis seres queridos como la mía son naturales e inevitables. La única actitud posible, la resignación. Re-signar.



-¿Podrías explicar por qué considerás compleja la música que hacen los Olimareños? Técnicamente hablando.

-Porque sus diseños vocales son originales, inesperados, lo mismo que sus diálogos guitarrísticos. Esto aplicado a un repertorio imbatible produce la magia de Los Olimareños, magia que ningún periodista, estudioso y/o musicólogo, se ha dignado estudiar y dejar por escrito.



-¿"Te abracé en la noche" fue escrita bajo el influjo de Alfredo Zitarrosa?; o de alguna manera ¿conversa con "Si te vas" (1961)?

-Para nada. No tiene el más mínimo contacto con Zitarrosa. Fue escrita bajo el influjo de mi más antiguo dolor, hoy felizmente superado. El que motivó Viejos y raídos buzos azules, Ningún ruido en el altillo, No te acordás, Por ejemplo, Que vuelve ella, Todo el día, El tiempo está después, Tuve, Copiando la lluvia, Imposibles, La casa de al lado, Puerta de los dos, Tobogán, Reina, Resurrección y Te abracé en la noche. Todas estas canciones son cartas personales que nunca llegaron a destino. Terminaron siendo canciones a lo perdido.



-¿En qué estás trabajando ahora?; ¿Cuáles son tus proyectos en lo inmediato?

-Estoy componiendo y grabando la banda sonora de la película argentina "Por un tiempo", debut como director y guionista del actor Gustavo Garzón y debut como productor de Daniel Hendler. Estoy en los toques finales del lanzamiento de Intro, un libro de poesía inédita con un DVD adentro que contiene un concierto grabado en los estudios ION de BA.

Estoy armando un libro bilingüe para Brasil con 65 textos de canciones, que sale conjuntamente por la editorial Yaugurú aquí y Grua allá. El mes que viene comienzo la grabación del nuevo disco de canciones mías que saldrá a fin de año o comienzo del próximo.



Muchas gracias, Javier.

Abrazo, Fernando.

http://www.cooltivarte.com

domingo, 19 de agosto de 2012

No tengo el orgullo ese de salirme con la mía"

De niño lo mandaron sin que lo pidiera a aprender guitarra y ahora es un referente de la música. Cumple 35 años de carrera con el estreno de una nueva faceta: la de poeta.






A Fernando Cabrera le gusta dejarse llevar. Ir con la corriente. Incluso, jugar a hacer lo contrario a lo que desearía. Dejar que, al menos de un modo inconsciente, resuelvan los demás. Quizás por eso dice que su madre, Norah, y su profesora de guitarra, Noemí Porratti, determinaron su vida. La primera lo llevó a estudiar ese instrumento con solo seis años. La segunda lo inició en un camino que se convirtió en su profesión, en su razón de ser, en su felicidad. En todo.

Por estos días Fernando Cabrera (55) está "en shock". Cumple 35 años de carrera profesional y eso es difícil de asumir. Le cuesta pensar que ya pasó en los escenarios más tiempo del que transcurrirá. Esa es la "nueva ficha" que da vueltas por la cabeza de este cantautor que transitó por un camino poco convencional: de lo complejo a lo simple, de ser un músico de culto a volverse masivo, de ganar tranquilidad a una altura de su trayectoria en la que muchos la pierden.

Detrás de ese shock hay en Cabrera varios niveles de satisfacción y alegría. El crecimiento de su público -que él ubica de ocho o diez años atrás a esta parte- le brinda tranquilidad profesional y económica, pero también psicológica. "Es una satisfacción vinculada al hecho de creer que no estaba tan equivocado, que no era malo lo que yo proponía", resume.


VOCACIÓN. De niño, en la casa de Cabrera la música era habitual. En el tocadiscos Geloso sonaban Julio Sosa, Héctor Mauré, Aníbal Troilo, el pianista estadounidense Eddy Duchin y el español Alberto Closas. También se oía silbar con excelente afinación a su madre temas como Garota de Ipanema y se escuchaban los tangos que ponía Alfredo, su padre. Pero lo que sobre todo sonaba eran voces de niños: Fernando es el mayor de ocho hermanos. Además, en frente vivían nueve primos y a pocas cuadras cuatro primas. En total, "un batallón" de 21 chicos que se criaron juntos en Paso Molino, experiencia que marcaría su vida.

Lo positivo es que desarrolló el espíritu de equipo, una sensación que define como "un pequeño país dentro de un país donde todo se comparte". Lo negativo - "sin acusar a nada ni a nadie", aclara- es que la personalidad se desdibuja. "No hay sensación de individuo, todo es compartido, se te trata como un colectivo. Creo que es inevitable, tenés que ponerte en el lugar de una madre o un padre de ocho niños, no tenés más remedio que inculcar el `todo para todos`, pero claro, nunca tenés nada propio". Para Cabrera el costo de eso fue ser un niño que buscaba individualizarse, incluso a través de la soledad, y el tornarse introspectivo, un herramienta que juzga fundamental para el trabajo artístico.

Los cuadernos que traía de la escuela Maturana tienen una particularidad. Al final de cada tarea, sin importar que fuera de geografía, historia, una redacción o un ejercicio de aritmética había un dibujo. Son variados, pero especialmente hay aviones y autos. Cabrera mantiene esa pasión, aunque dice que no dibuja bien, y su madre aún conserva las carpetas con esos trazos.

A ese niño que no manifestaba especial interés por la música le trajeron una guitarra envuelta, un libro de pentagramas y un cuaderno de solfeo. Era una época en la que un chico no discutía una elección de sus mayores. Así que comenzó las clases. "No digo que me haya gustado desde un comienzo. Al contrario, es muy árido. Me salían ampollas en los dedos, me costó como un año de clases empezar a poner una posición y que sonara un acorde como para que sonara una canción. Fue muy trabajoso, muy árido, fui muchos años a clase. Un poco con ganas, otro poco sin ganas, como obedeciendo, como vas a la escuela también".

Con ese espíritu de obligatoriedad continuó cantando puertas adentro pero también en público. Su profesora lo presentaba en espectáculos de todo tipo: canales de televisión, fiestas, quermeses. Para él subirse al escenario era algo natural, como jugar al fútbol o ir a la playa. Sin embargo, nunca fue muy comunicativo en sus recitales. Él lo explica por ese trasfondo de timidez que siempre lo acompañó, aunque con el paso de los años aprendió a manejarlo de otra forma. De todos modos, prefiere el lugar del que escucha los cuentos al del que los hace.

Después, cerca de los 12 o 13 años nació ese amor por la música que no lo abandonaría. "Entre mi madre y ella, mi profesora, resolvieron mi vida de alguna manera. Yo después puse lo mío, seguí estudiando, me seguí preocupando y apareció en mí la vocación, algo en lo que yo creí y aposté".

Con el Bachillerato llegaron a la vida de Cabrera personas que le cambiaron la cabeza. Su derrotero. Por esa época la música se mezclaba con el estudio, pero también con el trabajo. El primero fue muy duro: en un reparto de querosén en un camión. Después siguieron otros. Fue taxista unos dos años y luego empezó a dar clases de guitarra en Montevideo, Colonia y San José. También fue arreglador, productor y crítico musical y de espectáculos en diversas publicaciones. Además, trabajó como copista de partituras para el Sodre, cuando se escribía para cada atril las notas a mano, con tinta china, perfectas.

Siempre vivió de la música. Lo que en los últimos años ganó fueron menos sobresaltos y altibajos, y poder elegir a qué decir que no con mayor libertad. Aunque con tantos amigos y conocidos, el "no" es algo que dista de ser fácil.

CANCIONES. Fue a los 20 o 21 años que Cabrera pasó de ser un aficionado a tomarse la música en serio. Su decisión no fue bien vista en su familia, que mostraba lejanía y frialdad frente a las manifestaciones artísticas. Lo contrario a lo que él sentía. "Tengo infinidad de intereses de todo tipo que no estaban presentes en mi mundo familiar. Los encontré gracias a mi curiosidad y a personas que fui conociendo".

Desde la infancia había tenido grupos, dúos, tríos, conjuntos. Por eso no puede determinar un momento en que su carrera pasó a ser profesional. Lo que sí es claro es que MonTRESvideo (1981), del trío del mismo nombre, fue su primer disco. Después, vino otro grupo, (y otro disco) Baldío (1983), mucho más eléctrico, con influencias beatleras y del jazz. A partir de 1984 es solista; ese año se edita El viento en la cara.

En el tiempo que transcurrió desde entonces Cabrera tocó con muchísima gente "de un nivel increíble". Concretó el sueño de poder conocer a quienes habían sido sus referentes, ídolos, personas que consideraba "en otro planeta" como Eduardo Mateo, Ruben Rada y Daniel Viglietti, y dio recitales con leyendas como Braulio López y Eduardo Darnauchans. Eso es parte del agradecimiento que manifiesta una y otra vez. También es un agradecido a los sellos discográficos, a los colegas, los medios de comunicación y sobre todo a la sociedad uruguaya, que le permitió desarrollarse como artista con absoluta libertad, aunque propusiera un producto que, él mismo admite, nunca fue del todo fácil.

Cree que su voz -que a él tampoco le gusta pero ama cantar- le jugó en contra durante años. Impidió que mucha gente escuchara una canción suya por segunda vez. El cantante, entonces, perjudicó al compositor, sostiene.

Ahora que es momento de balance Cabrera está satisfecho. Se define como un perfeccionista (pero no obsesivo), muy poco adepto a los sociales, semipasivo, un ser que tiene incorporada la aceptación. "Si el viento cambia para allá voy con el viento para allá. No tengo el orgullo ese de salirme con la mía".

Cabrera no se casó ni tuvo hijos. En eso influye el destino, la suerte y quizás el no tener facilidad para formar y mantener una pareja. Dice que no le pesa, puede que porque las experiencias que tuvo no fueron del todo buenas. De todos modos, es un terreno en el que "nunca se sabe" qué pueda suceder en el futuro, admite.

Hoy componer es lo que lo hace más feliz. Después siguen tocar y grabar. Para los años que vienen su deseo es hacer una "enorme cantidad de canciones", dar recitales - "lo más lindo que hay"- y grabar discos. Ya tiene compuestos temas para que haya discos suyos por 25 años más. Canciones le sobran, dice. Igual va a seguir creando. Es que el tiempo está después.

LLEGA INTRO, LOS POEMAS
En la casa de Fernando Cabrera, en Ciudad Vieja, hay portalápices por todos lados. Hay en el living, en el dormitorio, hasta en la cocina. Es que cuando viene una idea debe tener cómo anotarla. Al salir a la calle siempre lleva al menos una lapicera. Dónde anotar se consigue más fácil, dice. Y sonríe. Otra de las características de Cabrera. Sonríe mucho, con la boca y también con los ojos. La mayoría de las veces le viene a la mente primero una idea de una letra que su música. Puede estar meses trabajándola, corrigiéndola. La deja descansar unos días y la retoma. "Ese estado es para mí el más maravilloso de la vida", dice. Además de componer canciones, Cabrera escribe poemas desde los 12 o 13 años. Hasta ahora no se había animado a publicarlos (salvo unos pocos en el libro 56 canciones y un diálogo). Eso cambiará el 1° de septiembre cuando se edite Intro, un libro de 65 poemas de Cabrera, un lenguaje que le permite más libertad. Contiene además un DVD grabado en el mítico estudio Ion de Buenos Aires, con temas que recorren su extensa trayectoria. Intro será presentado el 1° y 2 de septiembre en el Teatro Solís. Además, prepara para el otoño un disco con temas nuevos.

SUS COSAS
Un orgullo
"Yo escucho MonTRESvideo hoy y me llena de orgullo, porque me parece tan peculiar, no se parece a nada; no se puede decir `es heredero de tal cosa`. Es increíble la armonía, las voces, la forma de tocar la guitarra", dice Cabrera de su primer disco. Es una excepción porque en general escucha sus obras muy cada tanto.

Un lugar
Fernando Cabrera vive en la Ciudad Vieja, en un apartamento con vista a la bahía y al Cerro de Montevideo. "Vivo en esa fantasía de que es el lugar fundacional donde todo se origina, me gusta mucho la historia. Ahora está todo lleno de edificios, pero yo veo como si estuviera todavía la península, juego con eso".

Una pasión
Cabrera es un lector nato, es su mayor entretenimiento, un verdadero disfrute. Leyó mucho literatura, tanto narrativa como poesía de diversos países, ciencias sociales, historia, ensayos, política y crítica literaria. "Ahora estoy leyendo, más bien estudiando, el tango desde sus comienzos", cuenta.

DEBORAH FRIEDMANN
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