martes, 22 de febrero de 2011
F Cabrera en los festejos del Bicentenario.
Bicentenario en Soriano
Festejos en la rambla de Mercedes
Aldo Roque Difilippo | MERCEDES
Dieron a conocer el cronograma de actividades que se desarrollarán en Soriano en el inicio de los festejos del año del Bicentenario de la Revolución Oriental. Por estos días la rambla de Mercedes viene siendo acondicionada para tal fin, en virtud de que allí se desarrollará el desfile oficial, pero también a lo largo de ella se desarrollará una serie de espectáculos musicales y artísticos. La actividad comenzará el viernes 25 con la marcha "Grito de Asencio" que unirá Playa de la Agraciada con la ciudad de Dolores. En esa ciudad se realizará un espectáculo musical a cargo de Jorge del Pino, la Troupe Lolita y Jorge Nasser. El sábado 26 la columna gaucha unirá Dolores con Villa Soriano, donde en horas de la noche se realizará un festival criollo que contará como figura destacada con la actuación de Numa Moraes. El domingo 27 los marchantes llegarán al parque "Admirable Alarma" en el paraje Asencio, donde se produjo el primer grito de libertad de los patriotas, en 1811.
En la rambla de Mercedes se ofrecerán diferentes espectáculos, instalándose plazas gastronómicas, muestras culturales y artesanales. Además de actividades recreativas, y acrobacias aéreas. En diferentes puntos de la rambla actuarán grupos de danzas, candombe y ballet folclórico, junto con las bandas del Ejército Nacional, demostraciones ecuestres, trabajo con perros de guerra a cargo del Ejército Nacional.
En el escenario principal se desarrollarán espectáculos musicales que irán desde la música tropical, murgas y folcklore. Actuará también el Ballet Nacional del Sodre, el dúo LarbanoisCarrero, cerrando Jaime Roos. En la misma rambla, pero en Plaza del Encuentro, se montará otro espectáculo donde actuarán Laura Chinelli, Franny Glass, Dino, Fernando Cabrera y Martín Buscaglia. En el otro extremo, en Manzana 20, actuarán la Orquesta Municipal Mercedes, Fatales para Niños, el cuarteto Ricacosa y Ana Prada.
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domingo, 20 de febrero de 2011
viernes, 18 de febrero de 2011
Fernando Cabrera en "Canciones de cuna"
Ricardo Mollo, Luis Alberto Spinetta, Fito Páez, Pedro Aznar, Germán Daffunchio, Fernando Cabrera, Hilda Lizarazu, Gonzalo Aloras, Lisandro Aristimuño, Litto Nebbia, Damien Rice, Vítor Ramil, Luka Bloom, Kevin Johansen, Miguel Cantilo y Hugo Fattoruso forman parte del disco ¨Canciones de cuna¨, un trabajo cuyo objetivo es ayudar a menores en riesgo social.
La Casa de la Cultura de la calle es una ONG que tiene por objetivo generar un espacio creativo destinado a niños, niñas y adolescentHugo Fattorusoes en riesgo. Más de 400 chicos de hogares, de Institutos de Menores, escuelas y chicos en situación de calle participan de estos talleres. Esta institución comprobó que trabajar desde el arte abre enormes posibilidades de transformación.
El objetivo de este proyecto es que los chicos encuentren en la música un lugar de expresión y de producción. Todas las letras de este CD fueron escritas por chicos de 7 a 21 años. Se trabajó con más de 150 menores para que desde cada taller (teatro, música, artes plásticas y artes visuales) los chicos escriban, textos, canciones, ideas, relatos relacionados a los sueños, a lo que alguna vez les cantaron, a lo que a ellos les gustaría cantarles a sus hijos.
A los músicos que participaron de este proyecto les propusieron que con estas letras compongan e interpreten una canción pensando en cómo les cantarían esa letra a sus hijos. Algo simple, pequeño, una canción de cuna.
Pequeño Ser (Fernando Cabrera)
Pequeño ser incorporaste amor
En un mundo de máxima tristeza y dolor
Eres una pequeña luciérnaga
Que ilumina y transforma mi realidad.
Llenas mis rincones más oscuros
Con la satisfacción de saber
Que eres la razón de mi vida
Sentido táctil de tu piel
Como suave terciopelo
Mares de sonrisas y hermosos gestos
Tus berrinches me preocupan
Pero me dicen que estas creciendo
Me enamoro cada día más
Del pequeño ser que está naciendo
Claudio Mizraji Molina (19 años)
para comprar el disco:
http://cancionesdecunaccc.blogspot.com/p/donde-comprar-el-disco.html
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miércoles, 16 de febrero de 2011
Canciones Propias.
En el momento exacto en que el ámbito de la canción popular enfoca a Fernando Cabrera y sus composiciones se proyectan como un faro hacia ambas bandas del Río de la Plata, el autor de "El tiempo está después" da un paso al costado y, sin encandilarse, se corre del seguidor. En Canciones propias, Cabrera concreta un viejo anhelo: en su primer disco como intérprete, rinde tributo a los autores uruguayos que acompañaron su formación musical en los 60 y 70. (Son pocas las canciones que escapan a ese registro.) Es una aproximación de intención jazzística, raíz folclórica y una contundencia casi punk (muchos de los temas no llegan a los tres minutos, suficiente para plasmar su relectura del original). Herman Klang (teclas) se suma definitivamente a la banda (Fede Righi en bajo, Ricardo Gómez en batería) y brillan sus pinceladas a lo Thelonious Monk en "Botija de mi país". Y Laura Canoura, única voz invitada, aporta en los "Vientos del sur", un clásico de Dino. Están los autores consagrados y legitimados (Zitarrosa, Viglietti, Rada, Estramín) y están los otros, ocultos, olvidados y a veces menospreciados, como Osiris Rodríguez Castillos, Aníbal Sampayo y Anselmo Grau, entre otros. Canciones propias ostenta, también, un sentido didáctico: un cancionero posible (podría ser el primer volumen de un Real Book del Uruguay), que se complementa con valiosas biografías de los compositores según Rubén Olivera.
Humphrey Inzillo - (Revista Rolling Stone)
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sábado, 5 de febrero de 2011
Versiones propias
Hace 35 años que su música cosecha adeptos. Fernando Cabrera se sube al escenario los jueves de febrero en Guambia y se versiona a sí mismo.
Por: Ximena Aleman
Cabrera está viejo. Las canas se asoman en las cejas tupidas. Y él, que sigue flaco y chiquito, mira el tiempo. En la bisagra del presente, donde vive, faltan amigos y sobran canciones. El tiempo está después… pero ahora también está antes.
Hay canciones viejas, canciones nuevas, canciones reversionadas y canciones apropiadas. El espectáculo que brindará todos los jueves de febrero en Espacio Guambia promete atestiguar los placeres de la edad que él no menciona: la trayectoria y el prestigio de los años.
-¿Qué vas a hacer en Espacio Guambia?
-Voy a hacer cosas raras. No es el disco que acabo de sacar, es otro repertorio de canciones mías, que no hago desde hace años, de un período más eléctrico. No quiere decir un regreso a las estética de los ´80. No quiero volver a sonar como en esos discos. Se trata de recuperar algo que yo dejé de hacer, que tiene que ver con la sonoridad: el dúo de las guitarras eléctricas. Dejar el perfil jazzístico acústico que yo había tenido en los últimos años y recuperar el diálogo de la dos guitarras eléctricas haciendo lo suyo. Voy a hacer canciones que hace mucho que no hago porque eran rockeras o precisaban esa atmósfera a la que ahora quiero volver. Canciones que el público me pide y que yo hace 15 años no hago. Canciones de Autoblues, de Buzos Azules y de El tiempo está después.
-¿Esas canciones las vas a tocar como las tocabas antes?
-No, por algo pasan los años, yo ya cambié también. No soy el mismo, pero va a haber una energía eléctrica que en los últimos años no empleaba. Estaba en un rollo más acústico, en otra dinámica. Ahora quiero volver a tocar con esa fuerza y recuperar temas de ese período. Y también vamos a hacer muchos estrenos de temas completamente nuevos que nunca se editaron. Tengo mucho material atrasado, canciones nuevas. Mi último disco original, Bardo, es del 2006 y todos estos años se me acumularon pila de canciones porque afortunadamente sigo escribiendo. Me da vergüenza, porque van a decir que estoy mintiendo, pero son como 100 o 120 canciones. Algunas las voy a meter en Espacio Guambia y van a ir para mi próximo disco que calculo que va a ser por lo menos doble. Todo con una sonoridad distinta. Estoy muy entusiasmado.
-¿Vas a hacer con tus canciones lo que hiciste con las canciones de otros en tu último disco, Canciones propias?
-Sí, eso mismo. Es natural, en mí y en todo músico. No me propongo hacer un arreglo diferente, pero yo soy otro, toco distinto, pienso distinto. Pasaron 15 años... Mi cabeza arreglística es otra. Entonces no hace falta que cuando agarre una canción me proponga cambiarla, algo naturalmente le voy a cambiar. No es una propuesta racional. Igual que este disco mío. No es que me propuse rescatar y todo ese rollo arqueológico… No, son canciones que a mí me encantan, que me las puse a cantar. Y chau.
-¿Cuál es la función de un arreglo en la canción?
-Con el tiempo se ha modificado la razón de ser del arreglo. Hasta hace unas pocas décadas existía un oficio que era el de arreglador, que funcionaba en todo el mundo, en todos los géneros musicales. El arreglador orquestaba. Inventaba todo lo que se escuchaba atrás del cantante y escribía todas las partituras. Ese oficio me encantó desde niño, y en mi juventud quise ser eso. Ni me imaginaba que iba a ser cantautor. Tenés que dominar la orquestación porque cada instrumento se escribe diferente, es un mundo misterioso de vientos y maderas. Todo es una cosa muy engorrosa que hay que estudiar. Aparte te exige tener una linda ductilidad porque cada cantante que requiere tus servicios es un mundo distinto. No es lo mismo hacerle arreglos a Mercedes Sosa, que a Alejandro Lerner. En los últimos años ese oficio dejó de existir, es como la ballena azul o el oso panda: una especie en peligro de extinción. En la actualidad, todo el mundo tiene una banda, ensaya en su garaje, arma todo en la computadora y presentan el producto terminado en la discográfica. Hoy el rock y el pop se manejan de otra forma. Es más autoservice… no sé si eso es bueno o malo: es. Nirvana no llevaba un arreglador. Pero antes Frank Sinatra precisaba un arreglador, Gardel también y cualquiera. Hasta los Beatles tenían a George Martin que era increíblemente original al momento de trasladar pequeños conjuntitos de música instrumental al universo del rock. En las canciones de los Beatles los arreglos nunca se repiten. Yo arreglo mis discos, y en ellos hay un mundo orquestal que aparece. Pero cada vez se requiere menos de esa función. La mezcla esa del mundo académico con el mundo popular hoy en día se ve poco.
-¿Qué te gusta de hacerle los arreglos a una canción?
-El arreglo tiene la emoción. Está el esqueleto, que es la canción, que es la estructura y las vigas, los arreglos son la fachada, las ventanas, los ascensores. No es un mero decorado, porque el arreglo también va por dentro, es esencial, pesa en el espinazo, en la columna vertebral de la canción.
-¿Cómo se da la incorporación de arreglos nuevos a un tema que ya existe?
-La llegada a la versión nueva de un tema se da por más de un canal: puede ser que yo tenga una idea previa rítmica, o una sucesión de acordes que me gusta mucho y encuentro una canción que ya existe que me permite encajar eso. La elijo porque me permite meter esa secuencia que tengo en la cabeza desde hace tiempo y justo calza ahí. Otras veces elijo porque son canciones que amo, que adoro, que me parecen maravillosas y que me emocionan. El disco Canciones Propias lo empecé con una canción de Zitarrosa hace 15 años, después hice la de Anselmo Grau y cuando se juntaron diez o doce temas se me ocurrió que era como para un disco y agregué otras que hice en los últimos tiempos. La de Estramín hace años que la hago. Yo tenía una bajada que pensé que quedaría bien en Morir en la capital, aparte de que me gustaba la idea de tener la presencia de Pablo en el disco.
-¿Qué tiene que tener una canción para que sea buena?
-Es un misterio si lo supiera haría muchas buenas canciones.
-Y El tiempo está después…
-Esa me quedó bien... tuve suerte.
-¿Cómo ha cambiado tu relación con la canción?
-No ha cambiado la actitud espiritual, el coloque. Lo que ha cambiado, es algo de orden biológico. No es lo mismo tener 22 años que tener 54, ni física, ni mentalmente. Y la juventud tiene el arrojo, la confianza en sí mismo, el querer demostrar. Eso implica coraje, atrevimiento, que luego a los 50 años no lo tenés. No porque lo hayas perdido sino porque ya pasaste esa etapa y te volvés más cerebral. También tenés algo que es la experiencia, el aprendizaje. Ahora, el enfoque sicológico frente a una nueva canción, la actitud no ha cambiado. Es la misma magia, la misma maravilla, la misma emoción. No puede haber nada más lindo. Afortunadamente mi vida, mi infancia pudo entrar a ese mundo mágico y no me pidas que te lo explique… no hay palabras.
-¿Hay una voluntad de poner en el tapete músicos que no se recuerdan?
-Sí, si no existen hoy en día, como Anibal Troilo, Francisco Canaro. Estamos en una época de la humanidad donde nada existe antes de que yo nací. Una triste realidad del mundo de hoy: la gente anula el pasado. Siempre hubo parricidio, es fundamental, es una etapa sicológica que uno debe cumplir. Pero este tipo de parricidio se está pasado de rosca, es salvaje. El tema tiene que ver con el capitalismo, con el consumismo, con la publicidad, y con eso de que se descubrió que los jóvenes son la franja que más consume y ahora se inventó que la juventud es algo especial en la vida y los jóvenes se lo creyeron. No es especial ser joven, todo es especial. Pero nos tragamos la pastilla de la aliada principal del capitalismo, que es la publicidad, y lo joven está privilegiado. El joven se creyó perversamente que lo que no es joven no sirve. En mi juventud no era así. Dialogábamos de igual a igual con el pasado, no había discriminación. No era que porque es viejo, es malo. Yo escuchaba lo del pasado a la par de lo Beatles y Hendrix, Dylan y Rolling Stones, pero escuchaba Beethoven y folklore porque la música es música. Ahora no. Pero es la humanidad entera. Ojalá cambie.
-¿Qué dicen ellos que vos con tus letras no digas?
-Esto, que yo nunca en mi vida logré, ni lo lograré, y admiro tanto: simple y hondo. Pero llano, con lenguaje llano, no poético. Un lenguaje que entiende hasta el más ignorante: simple y hondo. Está bien lo poético. Pero la canción popular tiene que ser directa, que la entienda todo el mundo, el que fue a Facultad de Humanidades y el que no terminó primero de escuela, si no, no es canción popular. Yo no entro mucho en esa… trato de entrar… pero envidio a estos tipos que tienen esa magia que le gusta a todo el mundo y lo que dicen es profundo.
-Hace un tiempo tocabas con Darnauchans o Mateo y ahora te invita No te va a gustar y Franny Glass, ¿cómo vivís el cambio generacional?
-Soy el hombre invitado. Lo vivo como un gran privilegio. No es normal. La razón no sé cual será, será que ven en mi un posible diálogo, o que no me ven viejo. Porque en realidad yo ya soy viejo para un joven. Tengo 54. Para alguien de 18 soy viejo... no hay códigos posibles. Sin embargo, yo me estoy beneficiando con este misterioso privilegio que mis colegas me dan. Verán en mi música un rastro de juventud o intemporal que a mi me hace feliz. No le pasa a todos los de mi edad esto.
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viernes, 4 de febrero de 2011
Cabrera “fluye” a dos guitarras
Durante febrero, Fernando Cabrera propone un ciclo con canciones viejas y nuevas, ejecutadas a dos guitarras. Una oportunidad para encontrarse con su primera época y con la actual, que lo encuentra "feliz" y "agradecido".
Por: Mauricio Erramuspe
Fernando Cabrera
En un café de Ciudad Vieja, Fernando Cabrera disfruta un expreso helado. Hace poco que descubrió esa manera de tomar café y la recomienda entusiasmado. Y entusiasmado está con varios proyectos que tiene entre manos.
Tras casi una hora de charla, quiere seguir contando cosas. Es que además del ciclo de conciertos en el Espacio Guambia todos los jueves de febrero, que fue el motivo inicial de la entrevista, el músico prepara otro toque en Medio y medio de Punta del Este, un espectáculo sobre el bicentenario con Washington Carrasco y Cristina Fernández y acaba de terminar la ambientación sonora de una exposición del dibujante Oscar Larroca.
Pasó los 50 y dice que al contrario de lo que le sucede a mucha gente, cada vez tiene más actividad. “Por suerte para mí, en una cosa tan difícil como la música, hay cada vez más interés sobre mi persona, más trabajos”, afirma.
“Estoy muy contento, muy contento”, repite varias veces durante la charla. Y lejos de lo que puede suponer el cliché, además de felicidad, tiene muchas ganas de componer. Y tiene tanto encaminado que si se concentrara durante dos semanas podría terminar cien temas.
En los primeros días del año lo hizo. Se encerró unos días y terminó cinco. Y los va a estrenar en los toques del Espacio Guambia. Esas canciones, junto a otras que hace 15 o 20 años que no toca en vivo, componen una propuesta que, a dos guitarras, lo reencuentra con sus comienzos. El acompañante es Juan Pablo Chapital.
En esa relación de dos guitarras está un poco el origen de la música popular rioplantense.
Claro que sí. El instrumento es el mismo, eléctrico o no. El diálogo de las guitarras es una cosa hermosa.
¿Cuál es la diferencia? ¿Qué es lo que te seduce de eso?
No sé. No es lo mismo tocar con un pianista, con un grupo de viento… No sé, será que es mi instrumento y que está la impronta de los originales que siempre nos marcaron como los Beatles o los Rolling Stones. Dos guitarras que no están montadas ni entorpeciéndose. Al contrario, están jugando, dialogando. Una hace lo que la otra no y así se va armando una arquitectura musical muy linda.
Vas a tocar temas de la primera hora. Es una oportunidad para la gente que te sigue desde siempre.
Sí. Siempre me piden estos temas y yo no los toco. Temas de mis discos “Autoblues”, “Buzos azules”, “Río”.
Tu último disco, “Canciones propias”, ha tenido muy buena venta y los conciertos han sido a sala llena. ¿Cómo hace un músico para mantener esa convocatoria a lo largo del tiempo?
Primero puedo tomar un rumbo más mecánico para la respuesta: siempre me renuevo, nunca un recital mío se repite, mis discos son distintos entre sí. He mantenido una actitud, a lo largo de toda mi vida, desde que empecé, hace cerca de 35 años, de renovarme, de no repetirme, incluso dentro de un mismo disco hay canciones que son diferentes. Eso es lo que el público que me sigue espera de mí, se acostumbró a eso y por eso mantiene la curiosidad. No se encuentra con un artista que se repite.
Pero esa es una respuesta como de la parte de afuera de la cosa. Puede haber alguna otra razón, que tenga que ver más con el mundo de las emociones o de la comunicación más profunda que yo creo que también se da y me resulta muy difícil de explicarlo con palabras. Está presente, la siento. Hay una comunicación muy profunda entre el público que me sigue y yo. Sobre todo en los últimos años, eso se ha fortalecido y profundizado. Creo que va más por el lado de las emociones que provocan las canciones que por el hecho de que yo me renueve o no, de que tenga una actitud más arriesgada o experimental. Todo eso es lo que soy, es cierto. Pero creo que hay algo más que es del orden emotivo.
Mis canciones provocan algo en aquellos a los que les gusto. Es algo de lo que me siento muy feliz. También hay otros a los que no les gusto.
Sin embargo creo que hay pocos artistas en Uruguay que generen tanta unanimidad como vos.
Me estoy enterando…
La crítica es unánimemente favorable. Tus colegas también te citan siempre entre sus referentes. El público compra tus discos y va a tus conciertos…
Eso me hace muy feliz.
¿Vos cómo vivís eso? ¿Te das cuenta?
Sí, me doy cuenta. También empezó a suceder en Argentina lo cual aumenta mi satisfacción, mi felicidad. Ese respeto que decís vos pasa allá también.
Hay cosas que uno hace y hay cosas que uno recibe, que le pasan por suerte, porque el destino lo determinó. Yo hago algo, me entrego, me he dedicado con suma seriedad a esta profesión, primero de forma más inconciente, desde los seis años. Desde los 15 o 16, de forma más conciente y ya más estructurada. Lo he hecho con el máximo nivel de entrega que vos te puedas imaginar de un ser humano hacia una profesión o una actividad. Es enamoramiento que ya no pasa ni por el análisis, es como caminar, como respirar.
Después hay que decir también, porque no hay que tentarse con que uno es el autor de todo lo que le sucede, que a veces incide la suerte o cómo se entrecruzan las casualidades u otras personas que operan en la vida de uno. A todos nos pasa.
Yo no pedí para estudiar guitarra de chico, me mandaron. Ahí hay un azar que manejó mi vida. Quizás no hubiera sido músico si a mi madre no se le hubiera antojado mandarme a una profesora nueva que había aparecido en el barrio. Me compró el instrumento, me llevó a los exámenes, me compró el libro de solfeo, hizo toda una movida que no nació de mí. ¿No hay allí un arranque azaroso? Después la vida… amigos, recomendaciones, uno que te empuja, aquel que te abre la puerta. De a poquito vas creciendo, no es uno solo.
Yo por eso siempre trato de manifestar un agradecimiento general a la sociedad uruguaya que me ha permitido todo esto, disponer de ejemplos donde mirarme. Porque acá en Uruguay, la música uruguaya es una escuela… Yo nací en este país y en ese momento y disfruté de carreteras que ya estaban hechas por otros antes que yo. Ellos se encontraron con un vacío absoluto y fabricaron esos caminos. Es la generación que homenajeo en mi último disco: Sampayo, Osiris, Zitarrosa… Antes no había nada. Así como aprendí de los Beatles, aprendí de Los Olimareños.
Soy agradecido. Yo puse mucho pero también la sociedad, el entorno, las circunstancias me regalaron un montón de facilidades. Ir a un conservatorio que es gratuito como sigue siendo la Escuela Universitaria de Música, con excelente profesores, haber conocido a este, a este… Las dos cosas, lo que uno pone y lo que la suerte, el destino, te regala.
Vos hablabas de Sampayo, Zitarrosa…
Mateo, Rada, Jaime…
¿Qué creés que pasó en Uruguay? Es un país con mucha identidad en lo musical.
No sólo en lo musical, pensá en la plástica, en el teatro, en los poetas… Uruguay es un país artístico. Y en la música ni hablar, la canción popular es una maravilla.
Además de músico son un estudioso de la música. ¿Qué factores pueden haber incidido en eso?
Yo creo que es fruto, me puedo equivocar de aquí a Pando, de la extensísima clase media que Uruguay tuvo a lo largo del siglo XX. Eso permitió que toda familia pudiera mandar al nene a estudiar, le pudiera comprar un instrumento, tuviera una biblioteca, pudiera ir al cine. Si vos tenés una familia donde todos pueden morfar y están más o menos cómodos, hay un acceso más directo a la cultura y a la información.
En este espectáculo vas a tocar canciones viejas pero también varios estrenos, incluso temas que terminaste de componer este año. O sea, hace unos días…
La primera semana de enero.
¿Eso es común en vos?
No, al contrario. Hacía dos años que no componía, enloquecido con esto de cómo se ha multiplicado mi actividad, mis compromisos, la falta de tiempo… No es que uno diga “tengo dos horas hoy de tarde, me pongo a componer”. Hay un proceso. Muchas veces, en las últimas décadas, me iba unos 10 días a un lugar aislado, alquilaba una casita, me instalaba en un hotelito, me llevaba mi grabador, mis papeles, y laburaba. Así me volvía con las canciones terminadas.
Ya hace dos o tres años que ni eso puedo hacer. Se me acumulan ideas, tengo millones de bocetos, mini disc, casetes, letras… Si yo le pongo un poco de laburo, si pongo concentración, en dos semanas termino cien temas. Uno está en un 70%, el otro en un 80%... No tengo tiempo.
Ahora me encerré una semana en enero a hacer eso y terminé cinco canciones que estaban en mi cabeza hace años. Ahora las terminé. Yo tengo una necesidad, un impulso de estrenarlas porque hace tiempo que no hago canciones nuevas. Y las voy a meter. Pero tengo cien más esperando.
Por lo que contás, la composición o las ideas son permanentes. No podés dejar de hacerlo.
Es la actividad que más felicidad me da en la vida. En segundo lugar está tocar en vivo. Entonces… ¿dejar lo que a uno más le gusta? Masoquista no soy.
Disfrutás de tocar en vivo… Tenía la idea de que eras una persona muy tímida.
Fui muy tímido. Fui dejando de serlo. Hubo una transformación en mí, de las timideces del principio y de mi actitud en escena, era una estaca, no me movía ni hablaba, me he ido aflojando con los años. Disfruto mucho más, me siento más relajado, la música sale mejor, me animo a hablar un poquito. Ahora me subo al escenario y es como entrar en el living de mi casa. Me siento cómodo y no me importa si hay diez mil personas o dos, si es un teatro o un estadio. Eso ya no lo veo. Lo único que veo es el micrófono, el atril, los instrumentos, los compañeros y ya entro en un mundo mágico donde pareciera ser que todo fluye. Eso me empezó a pasar desde hace unos años a esta parte. Antes era mucho más estresante, ahora ya no lo es. Es estresante todo lo otro, menos esa hora y media cada tanto…
Por: Mauricio Erramuspe
Fernando Cabrera
En un café de Ciudad Vieja, Fernando Cabrera disfruta un expreso helado. Hace poco que descubrió esa manera de tomar café y la recomienda entusiasmado. Y entusiasmado está con varios proyectos que tiene entre manos.
Tras casi una hora de charla, quiere seguir contando cosas. Es que además del ciclo de conciertos en el Espacio Guambia todos los jueves de febrero, que fue el motivo inicial de la entrevista, el músico prepara otro toque en Medio y medio de Punta del Este, un espectáculo sobre el bicentenario con Washington Carrasco y Cristina Fernández y acaba de terminar la ambientación sonora de una exposición del dibujante Oscar Larroca.
Pasó los 50 y dice que al contrario de lo que le sucede a mucha gente, cada vez tiene más actividad. “Por suerte para mí, en una cosa tan difícil como la música, hay cada vez más interés sobre mi persona, más trabajos”, afirma.
“Estoy muy contento, muy contento”, repite varias veces durante la charla. Y lejos de lo que puede suponer el cliché, además de felicidad, tiene muchas ganas de componer. Y tiene tanto encaminado que si se concentrara durante dos semanas podría terminar cien temas.
En los primeros días del año lo hizo. Se encerró unos días y terminó cinco. Y los va a estrenar en los toques del Espacio Guambia. Esas canciones, junto a otras que hace 15 o 20 años que no toca en vivo, componen una propuesta que, a dos guitarras, lo reencuentra con sus comienzos. El acompañante es Juan Pablo Chapital.
En esa relación de dos guitarras está un poco el origen de la música popular rioplantense.
Claro que sí. El instrumento es el mismo, eléctrico o no. El diálogo de las guitarras es una cosa hermosa.
¿Cuál es la diferencia? ¿Qué es lo que te seduce de eso?
No sé. No es lo mismo tocar con un pianista, con un grupo de viento… No sé, será que es mi instrumento y que está la impronta de los originales que siempre nos marcaron como los Beatles o los Rolling Stones. Dos guitarras que no están montadas ni entorpeciéndose. Al contrario, están jugando, dialogando. Una hace lo que la otra no y así se va armando una arquitectura musical muy linda.
Vas a tocar temas de la primera hora. Es una oportunidad para la gente que te sigue desde siempre.
Sí. Siempre me piden estos temas y yo no los toco. Temas de mis discos “Autoblues”, “Buzos azules”, “Río”.
Tu último disco, “Canciones propias”, ha tenido muy buena venta y los conciertos han sido a sala llena. ¿Cómo hace un músico para mantener esa convocatoria a lo largo del tiempo?
Primero puedo tomar un rumbo más mecánico para la respuesta: siempre me renuevo, nunca un recital mío se repite, mis discos son distintos entre sí. He mantenido una actitud, a lo largo de toda mi vida, desde que empecé, hace cerca de 35 años, de renovarme, de no repetirme, incluso dentro de un mismo disco hay canciones que son diferentes. Eso es lo que el público que me sigue espera de mí, se acostumbró a eso y por eso mantiene la curiosidad. No se encuentra con un artista que se repite.
Pero esa es una respuesta como de la parte de afuera de la cosa. Puede haber alguna otra razón, que tenga que ver más con el mundo de las emociones o de la comunicación más profunda que yo creo que también se da y me resulta muy difícil de explicarlo con palabras. Está presente, la siento. Hay una comunicación muy profunda entre el público que me sigue y yo. Sobre todo en los últimos años, eso se ha fortalecido y profundizado. Creo que va más por el lado de las emociones que provocan las canciones que por el hecho de que yo me renueve o no, de que tenga una actitud más arriesgada o experimental. Todo eso es lo que soy, es cierto. Pero creo que hay algo más que es del orden emotivo.
Mis canciones provocan algo en aquellos a los que les gusto. Es algo de lo que me siento muy feliz. También hay otros a los que no les gusto.
Sin embargo creo que hay pocos artistas en Uruguay que generen tanta unanimidad como vos.
Me estoy enterando…
La crítica es unánimemente favorable. Tus colegas también te citan siempre entre sus referentes. El público compra tus discos y va a tus conciertos…
Eso me hace muy feliz.
¿Vos cómo vivís eso? ¿Te das cuenta?
Sí, me doy cuenta. También empezó a suceder en Argentina lo cual aumenta mi satisfacción, mi felicidad. Ese respeto que decís vos pasa allá también.
Hay cosas que uno hace y hay cosas que uno recibe, que le pasan por suerte, porque el destino lo determinó. Yo hago algo, me entrego, me he dedicado con suma seriedad a esta profesión, primero de forma más inconciente, desde los seis años. Desde los 15 o 16, de forma más conciente y ya más estructurada. Lo he hecho con el máximo nivel de entrega que vos te puedas imaginar de un ser humano hacia una profesión o una actividad. Es enamoramiento que ya no pasa ni por el análisis, es como caminar, como respirar.
Después hay que decir también, porque no hay que tentarse con que uno es el autor de todo lo que le sucede, que a veces incide la suerte o cómo se entrecruzan las casualidades u otras personas que operan en la vida de uno. A todos nos pasa.
Yo no pedí para estudiar guitarra de chico, me mandaron. Ahí hay un azar que manejó mi vida. Quizás no hubiera sido músico si a mi madre no se le hubiera antojado mandarme a una profesora nueva que había aparecido en el barrio. Me compró el instrumento, me llevó a los exámenes, me compró el libro de solfeo, hizo toda una movida que no nació de mí. ¿No hay allí un arranque azaroso? Después la vida… amigos, recomendaciones, uno que te empuja, aquel que te abre la puerta. De a poquito vas creciendo, no es uno solo.
Yo por eso siempre trato de manifestar un agradecimiento general a la sociedad uruguaya que me ha permitido todo esto, disponer de ejemplos donde mirarme. Porque acá en Uruguay, la música uruguaya es una escuela… Yo nací en este país y en ese momento y disfruté de carreteras que ya estaban hechas por otros antes que yo. Ellos se encontraron con un vacío absoluto y fabricaron esos caminos. Es la generación que homenajeo en mi último disco: Sampayo, Osiris, Zitarrosa… Antes no había nada. Así como aprendí de los Beatles, aprendí de Los Olimareños.
Soy agradecido. Yo puse mucho pero también la sociedad, el entorno, las circunstancias me regalaron un montón de facilidades. Ir a un conservatorio que es gratuito como sigue siendo la Escuela Universitaria de Música, con excelente profesores, haber conocido a este, a este… Las dos cosas, lo que uno pone y lo que la suerte, el destino, te regala.
Vos hablabas de Sampayo, Zitarrosa…
Mateo, Rada, Jaime…
¿Qué creés que pasó en Uruguay? Es un país con mucha identidad en lo musical.
No sólo en lo musical, pensá en la plástica, en el teatro, en los poetas… Uruguay es un país artístico. Y en la música ni hablar, la canción popular es una maravilla.
Además de músico son un estudioso de la música. ¿Qué factores pueden haber incidido en eso?
Yo creo que es fruto, me puedo equivocar de aquí a Pando, de la extensísima clase media que Uruguay tuvo a lo largo del siglo XX. Eso permitió que toda familia pudiera mandar al nene a estudiar, le pudiera comprar un instrumento, tuviera una biblioteca, pudiera ir al cine. Si vos tenés una familia donde todos pueden morfar y están más o menos cómodos, hay un acceso más directo a la cultura y a la información.
En este espectáculo vas a tocar canciones viejas pero también varios estrenos, incluso temas que terminaste de componer este año. O sea, hace unos días…
La primera semana de enero.
¿Eso es común en vos?
No, al contrario. Hacía dos años que no componía, enloquecido con esto de cómo se ha multiplicado mi actividad, mis compromisos, la falta de tiempo… No es que uno diga “tengo dos horas hoy de tarde, me pongo a componer”. Hay un proceso. Muchas veces, en las últimas décadas, me iba unos 10 días a un lugar aislado, alquilaba una casita, me instalaba en un hotelito, me llevaba mi grabador, mis papeles, y laburaba. Así me volvía con las canciones terminadas.
Ya hace dos o tres años que ni eso puedo hacer. Se me acumulan ideas, tengo millones de bocetos, mini disc, casetes, letras… Si yo le pongo un poco de laburo, si pongo concentración, en dos semanas termino cien temas. Uno está en un 70%, el otro en un 80%... No tengo tiempo.
Ahora me encerré una semana en enero a hacer eso y terminé cinco canciones que estaban en mi cabeza hace años. Ahora las terminé. Yo tengo una necesidad, un impulso de estrenarlas porque hace tiempo que no hago canciones nuevas. Y las voy a meter. Pero tengo cien más esperando.
Por lo que contás, la composición o las ideas son permanentes. No podés dejar de hacerlo.
Es la actividad que más felicidad me da en la vida. En segundo lugar está tocar en vivo. Entonces… ¿dejar lo que a uno más le gusta? Masoquista no soy.
Disfrutás de tocar en vivo… Tenía la idea de que eras una persona muy tímida.
Fui muy tímido. Fui dejando de serlo. Hubo una transformación en mí, de las timideces del principio y de mi actitud en escena, era una estaca, no me movía ni hablaba, me he ido aflojando con los años. Disfruto mucho más, me siento más relajado, la música sale mejor, me animo a hablar un poquito. Ahora me subo al escenario y es como entrar en el living de mi casa. Me siento cómodo y no me importa si hay diez mil personas o dos, si es un teatro o un estadio. Eso ya no lo veo. Lo único que veo es el micrófono, el atril, los instrumentos, los compañeros y ya entro en un mundo mágico donde pareciera ser que todo fluye. Eso me empezó a pasar desde hace unos años a esta parte. Antes era mucho más estresante, ahora ya no lo es. Es estresante todo lo otro, menos esa hora y media cada tanto…
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2011,
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La garra del Corazon
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