miércoles, 27 de junio de 2012
"La poesía permite jugar y yo me arriesgo"
"Intro" será un libro de 65 poemas inéditos de Fernando Cabrera con un DVD en la solapa. En las páginas, que llegarán a los lectores en julio, el cantautor deja volar su pluma sin el corsé de la música. Según expresó a El País, esta veta le permite ser "más experimental". En las imágenes cumple con un largo pedido: el registro de un concierto antológico solo con guitarra y voz, registrado en el mítico estudio Ion de Buenos Aires. "Me gusta que los discos sean orquestados, por eso hasta ahora no había grabado uno en este formato", explica. Su lugar en el mundo es Ciudad Vieja, y es en su casa donde tiene el rincón perfecto para encontrar inspiración.
ALEJANDRA VOLPI
-¿En qué se diferencia esta obra poética de lo que habitualmente escribe como cantautor?
-Yo escribo textos desde siempre, y en el año `92 publiqué un librito en Trilce con una entrevista de Alicia Migdal (56 canciones y un diálogo), en el que medio de contrabando incluí algunos poemas. Ahora se trata sólo de poesía. No es exactamente igual a lo que hago en las canciones pero tampoco es tan distinto. Sólo escribir me da otros permisos en el lenguaje, la forma, la estructura y los temas que toco. Puedo jugar más con la lengua, con las palabras y me arriesgo a cosas que pueden tener más de una lectura. En la canción popular, en cambio, hay que ser directo.
-¿De qué hablan esos textos?
-Algunos son más narrativos y desarrollan determinado tema. Hablo de cosas de otras épocas, de situaciones muy personales, de otras más genéricas y sociales, hay temas que le incumben a muchos y otros que son muy míos. Hay mucha invención, no es un trabajo autobiográfico. No es fácil de explicar.
-¿Disfruta de la rutina del escritor? ¿Cómo fue su proceso?
-Disfruto muchísimo. Es parecido a hacer canciones por el tiempo que me lleva y el proceso de corrección. Es eso de no estar conforme, de saber que ese día no voy a terminar, de encontrarme en un atolladero y guardar todo en una carpeta hasta que pase un tiempo, para después, cuando tres meses más adelante ya soy otro, volver a rescatarlo pero con soluciones nuevas en la mente. Yo puedo estar meses revisando un texto, modificando un término, un artículo.
-¿Es muy obsesivo?
-No sé, pero me gusta tanto el proceso que quizás lo alargo a propósito. Disfruto estar al lado de una ventana que da al sol con los papeles, la carpeta y la lapicera. Cuando me tranco paro para hacerme un mate o poner Clarín. Y luego retomo.
-¿Sólo escribe en su casa? ¿Nunca se inspiró en un bar?
-No, sólo en casa. Pero si se me ocurre una idea en un bar saco un papel y la anoto. Nunca tuve como método ir a un determinado lugar porque no me gusta que me vean. Yo soy muy pudoroso, tengo problemas con la mirada ajena, cuando me miran me pongo muy incómodo, y más si estoy haciendo algo tan mío, tan propio como componer o escribir un texto.
-¿Y cómo hace en el escenario cuando tiene tantos ojos encima?
-Me costó años. Siempre fui tímido, lo que pasa que en el escenario te olvidás de todo. Está el velo negro, desaparece el público y todo alrededor mientras dura la actuación. Pero si lo pienso me muero de vergüenza. Me incomoda ir por la calle y que me miren, me pasa desde niño y no sé por qué.
-¿Entonces cuando le piden un autógrafo se siente incómodo?
-Eso del abordaje de la gente me sucede más ahora y lejos de molestarme me da una enorme satisfacción. Cuando alguien me saluda o me felicita a mí me cambia el humor, me emociona porque no creo que haya nada más lindo. Los uruguayos somos mezquinos en ese sentido, no solemos felicitar a otros por su trabajo.
-Alicia Migdal hablaba de "una belleza antiescénica" en su postura en vivo. ¿Se considera antiescénico?
-Sí, porque no tengo la menor cultura escénica, no sé cómo moverme, cómo entrar en el escenario, cómo hacer el gesto para que éste sea efectivo. Me acuerdo que Darnauchans tenía eso y muchas veces me explicaba. Recurrí siempre, por timidez y por falta de herramientas, a ser una estaca en el palco, parado o sentado en una silla sin hacer nada, sólo abro la boca para cantar y toco la guitarra. Nunca tuve la naturalidad del que camina por el escenario, del que hace cantar al público. ¡Nunca lo hice y no lo haría!, (se ríe). No soy el que anima el asado y cuenta los chistes. A mí me resulta funcional y no me disgusta.
-¿Esa actitud escénica le gusta también en los otros?
-Me acuerdo claramente que vi en el año 73, en el Teatro El Galpón, al quinteto de Astor Piazzolla. Yo tenía 16 años, era fanático mal y por primera vez lo tenía ahí delante. Entraban los cinco, cada uno se ubicaba en su lugar, tocaban y te arrancaban la cabeza. Cada tres temas o cuatro apenas hablaba Piazzolla refiriéndose al repertorio. Terminó, agradeció y se fue. No precisaban pantallas gigantes, luces ni humo. Me gusta que la gente no se distraiga con otras cosas, prefiero que escuche cada palabra, cada nota. No quiero correr como Mick Jagger por el escenario.
-¿Ha ganado en libertad con los años?
-Interiormente nada ha cambiado. Me siento más seguro pero por la acumulación de experiencia, le pasaría lo mismo a un chofer o a un abogado. En mis comienzos haciendo música me sentía libre y hoy 35 años después también. Nada cambió. Mi actitud es la misma. Lo que propongo es lo mismo, nada se interpone entre mi idea y el disco o el espectáculo.
-¿Hoy busca simplificar más que ir por lo complejo?
-Exactamente. Busco ser menos complejo porque arranqué siendo muy complejo. Yo creía que esa era la posta, que había que parecer raro y que lo simple estaba mal. Calificaba mal lo simple, como si fuera equivalente a malo. Pero estaba muy equivocado, tenía un modo de analizar la cosa totalmente errónea, producto de una larga cantidad de razones que no vienen al caso. Tardé como treinta años lamentablemente en darme cuenta que la simpleza en la canción popular es un valor. Tenés que tratar de que todos te entiendan, el intelectual y el que no tiene armas intelectuales. Quizás entré en la complejidad porque engañosamente es más fácil. Poner una capa sobre otra y ser barroco es más simple. Lo difícil es encontrar la fórmula de lo sencillo junto con la hondura y la emoción, y que te pegue en el pecho. Esa es la clave de la canción popular. Eso es Dino, Ruben Lena, José Carbajal y Zitarrosa.
-En cambio, el dúo Los Olimareños le resulta complejo.
-Sí, son muy originales. Son una cosa increíble. Me extraña que no haya un relevamiento, ni estudios sobre lo que han hecho con las guitarras y las voces, a cargo de algún musicólogo, periodista o investigador. Bueno, ¡en este país no hay un libro sobre Rada!, parece que a nadie se le ocurre analizar su obra.
Un estudioso del tango y de Carlos Gardel con dos proyectos musicales en desarrollo
En un bar de Ciudad Vieja Cabrera dialogó con El País mientras comía una curiosa combinación de panchos con tomate y huevo duro. Toda su vida ha sido un gran lector pero en esta etapa la ficción lo aburre, dice, sin tomar un sorbo de agua. "Ahora leo ensayos sobre historia, ciencias sociales o música. Me pasa igual que con el cine, ya no me cuelga tanto ver películas de ficción. Prefiero los documentales".
Si de estudiar se trata, Cabrera entró de lleno en las distintas etapas y autores que atravesó el tango rioplatense desde su inicio. Con minuciosidad académica, estaría en condiciones de dar charlas sobre el rubro si quisiera, porque además posee un máster en Carlos Gardel. "Lo de Gardel es una maravilla, no sólo su voz, sino su repertorio: él dejó más de 900 temas grabados en apenas veinte años", reseña.
Sin embargo, el artista nunca pudo aprender sus canciones de memoria y por eso siempre tiene delante un atril, "no es por mero romanticismo". Tampoco podría recitar uno de los poemas de Intro sin tener el libro delante. En la actualidad está enfocado en otros dos proyectos. Trabaja en la banda sonora de la película Por un tiempo, que dirige Gustavo Garzón y produce el uruguayo Daniel Hendler. Un oficio que anteriormente ensayó para tres obras de Pablo Dotta, entre ellas El dirigible.
También ultima detalles de su próximo disco con material inédito -aún sin título- que constará de 16 canciones. Las grabó acompañado por su quinteto estable y según adelanta está marcado por el riesgo: "hay cosas nuevas ahí, no es algo estándar ni predecible".
El País Digital
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