sábado, 2 de octubre de 2010
Faltan Músicos evolucionistas (entrevista 1998)
Luego de un gran trabajo como Fines, Fernando Cabrera pudo decir “hasta aquí llegué” o andar arrastrando tras de sí la sombra de esa gran obra . Le pasa a la mayor parte de los músicos que hacen un disco importante: el fantasma de sus mejores cosas comienza a perseguirlos, condenándolos a una reiteración de lo ya hecho (que nunca acaba siendo tan sublime como la primera vez) o degradándolos hasta la torpeza compositiva.
Cabrera se quitó ese peso de encima. Acaso intuitivamente, respiró hondo y sin apuro, enfiló hacia otra dirección: Río (1996). Un disco “extraviado”, que busca pero no encuentra. Un disco que no se entendía solo y que para integrarlo como pieza flotante necesaria, requería la aparición de su nuevo trabajo Ciudad de la Plata.
Por momentos arriesgadísimo, Ciudad de la Plata es, en lo sustancial, una obra de reencuentro con las diferentes etapas musicales de Fernando Cabrera en modo de síntesis. Por allí pueden hallarse sonoridades que remiten a sus primeras épocas, canciones que de a ratos se parecen a cosas salidas de sus discos Baldío, El viento en la cara o El tiempo está después. Extrañamente, hay que rastrear con minuciosidad para dar con un fragmento extrapolado de Fines.
TODAS LAS FUENTES
--Cuando a los músicos les preguntan sobre su mejor disco, dicen que el último es el mejor. ¿A vos te pasa lo mismo?
--Parece ser una muletilla de los músicos eso. Quizás alguna persona desconfíe incluso porque podría pensarse que es un ardid publicitario también. Por lo que a mí me sucede, creo que es algo que está más allá de la posible objetividad pero no por eso deja de ser franco, verdadero. Porque uno está un año, dos años metido en alma y vida en el proyecto de componer y grabar un disco, y me parece que sucede algo muy natural que se repite en todos los casos y que es que el creador, el que está haciendo ese trabajo, de algún modo se enamora del material. No hay objetividad posible y siempre te parece lo mejor lo que estás haciendo en ese momento. Capaz que no es cierto pero cuando alguien dice eso, es sincero.
--¿El artista necesita distancia temporal para poder ver ese disco junto a los demás?
--Exacto.
--¿Cuál es tu mejor disco dejando de lado Ciudad de la Plata?
--Me parece que mi carrera es despareja y que no hay un disco mejor que el otro. Todos tienen virtudes y defectos. Me gustan zonas de cada uno y por eso no tengo un preferido. Lo que te puedo decir es que todos fueron muy disfrutables a la hora de hacerlos.
--¿Cuesta ser crítico de la propia obra?
--A nadie le gusta criticarse a sí mismo. Si yo quisiera podría ser mi más feroz crítico y decir que el noventa y nueve por ciento de las cosas que hago no me gustan. Ahora, si digo eso en un reportaje, un flaco favor me estaría haciendo publicitariamente. Entonces, tengo que decir que me gustan todos y que los quiero a todos como hijos por igual.
--Zitarrosa sigue vendiendo y sin embargo en un reportaje dijo que él no toleraba escucharse cantando…
--Bueno, Zitarrosa era un artista de altísimo nivel que se podía permitir los caprichos o las contradicciones que quisiera tener. Dijera lo que dijera en las entrevistas, su obra es magnífica.
--En cada disco tuyo existe una preeminencia estilística que pauta algunos cambios, pero en Río el cambio vino por otro lado…
--En Río me había propuesto hacer un disco menos escéptico que los anteriores. De cualquier manera y a pesar de mis cambios de estilos, también pienso que es siempre lo mismo lo que estoy haciendo. Como que hay un sello personal que me identifica. Ya en Montresvideo, mi primera aparición discográfica de hace más de 20 años, te vas a encontrar con los elementos que estoy manejando hasta el día de hoy.
--Sin embargo, otros músicos dentro de sus sellos personales se reiteran hasta el cansancio.
--Es que ellos cultivan un género. Yo nunca hice eso porque desde muy joven, desde antes de ser músico, hice hincapié en que el repertorio debía ser variado en cuando a géneros, estilos, ritmos y épocas. Para mí, la música es todo lo que suena. Los elementos que utilizo para mi música están pasados por una diversidad de fuentes porque nunca tuve el prejuicio de decir ‘me gusta este género y nada más, y todo el resto es una porquería’. Para colmo, la influencia de los Beatles que tenían este planteo también, y que si vos tomás cualquiera de sus discos y escuchás dos canciones que aparecen consecutivamente, te vas a encontrar con dos diferentes atmósferas y con la utilización de diferentes instrumentos, como si esas dos canciones estuvieran interpretadas por grupos distintos. Esa impronta me quedó para siempre: que cada disco tenga variedad de estilos.
LA VETA NACIONAL
--En todos tus discos hay una fuerte presencia de lo nacional, mezclado con otras cosas, y en una especie de puesta a punto con la época. ¿Por qué no hay más músicos que exploten esa veta?
--Hay una indiferencia en los músicos. El Uruguay tiene una cantidad de géneros propios y estilos en su folclore, y una de las cosas que yo intento hacer, aprovechando que tengo un público que me sigue, es de vez en cuando hacer una milonga, una vidalita, una cifra, agarrar un tema que en su origen sea una chamarrita, aunque después esas músicas cambien un poco y sean modificadas por el tratamiento que les doy a la hora de los arreglos. Muchos de los grandes músicos de este país cultivan los ritmos urbanos como el candombe o la murga pero el folclore no. El folclore no tiene ningún Hugo Fattoruso, ningún Rada, ningún Jaime Roos, ningún Leo Maslíah. Y me parece perfecto que haya quien cultive la música urbana pero también debería haber artistas empapados en esa otra área. Capaz que yo soy un soñador y el folclore nuestro tiene que morir. Capaz que hay que tocar cada vez más globalizado.
--Sin embargo, hay una abundante masividad de músicos que trabajan el folclore en la vertiente tradicional…
--Sí, pero no lo cultivan, repiten lo mismo igual, siempre igual, siempre igual. No le aportan otras cosas, no lo hacen vivir.
--¿Te parece mal eso?
--No, me parece bien. Pero falta lo otro, faltan los músicos que tomen estos géneros y tengan otra actitud musical. Faltan músicos evolucionistas.
--¿Qué hay que hacer para que esa veta folclórica nacional continúe viva?
--Se necesitaría, que los más refinados músicos jazzistas y rockeros del Uruguay, hagan lo que hacen sus ídolos. Sus ídolos, jazzistas y rockeros de la cultura anglosajona, toman su folclore y lo desarrollan, lo refinan y ahí, van haciendo toda esta hermosa música que es el jazz, el blues y luego el rock. Eso mismo tienen que hacer los músicos de acá. Utilizar esa actitud evolucionista y aplicarla a los ritmos nuestros, inventando nuevas formas de interpretar y nuevos estilos. Habría tanto para desarrollar…
--Y algunos folcloristas tradicionales, ¿no podrían desempolvarse un poco?
--También. Pero de repente no tienen las herramientas para hacerlo. Ellos trabajan con los elementos que han usado desde siempre y van a seguir toda la vida con eso.
EL MISTERIO DE LA CREACIÓN
--¿Influye el estado de ánimo del artista a la hora de la composición?
--Influye pero no siempre el estado de ánimo es el mismo. Hay canciones en los discos, que responden a distintas épocas de mi vida y que pueden haber nacido de estados de ánimo diferentes. Inclusive, muchas de mis canciones no responden precisamente a una experiencia personal; puede ser que esté observando un hecho y escribiendo algo que vi o que me contaron..
--He notado en tu último disco, una fuerte presencia de cuestiones sociales. ¿Qué te llevó a eso? ¿La necesidad de contar lo que está pasando?
--Lo que está pasando no es muy novedoso porque viene sucediendo hace mucho tiempo pero parece ser que el tema no se toca. En la canción uruguaya de los últimos tiempos, el tema de la realidad social parece que no cuenta. Sin ningún ánimo político ni de nada, simplemente es el hecho de contar lo que ves por la ventana, una observación de la realidad. ¿Por qué en este disco me meto con este tema? No lo sé, porque te repito, esta situación no es nueva. Quizá a mí me rompa un poco los ojos ver que en este momento hay una situación de negar el tema, de negar la referencia a nuestra realidad social, que no es la mejor posible precisamente. Pero en el fondo son temas. En mi último disco hay, además de ese relato de lo que uno ve por la ventana, invenciones, temas que se meten a averiguar como somos los uruguayos, yendo hasta el pasado, hasta nuestros tatarabuelos para ver qué hicieron ellos que nos influyó a nosotros y determinó nuestra conducta actual. Yo hago canciones y para hacerlas tengo que encontrar un asunto inspirador.
--¿Buscás el tema o llega solo?
--Surge naturalmente. Si lo buscás difícilmente lo encontrás. A veces hay situaciones del oficio, músicas que hay que hacer de apuro para el teatro o arreglos para un disco y ahí, hay que recurrir al oficio. Ahora, en el momento de componer una letra sobre todo, prefiero esperar el tema porque por la experiencia que tengo, de esa manera es cuando en un altísimo porcentaje las cosas quedan bien. Cuando me fuerzo a escribir algo sobre tal asunto, nacen en general, las canciones que luego tengo que desechar o las más flojas del disco.
--En Ciudad de la plata, hay canciones de las más arriesgadas de toda tu carrera.
--No estaba en mi cabeza hacer cosas arriesgadas porque bueno, uno va juntando los materiales, va poniendo lo que considera más adecuado en cada canción, lo que cada canción necesita y así quedaron. No hubo una actitud de decir “voy a hacer un disco arriesgado”. Lo que pasa es que el proceso creativo es un misterio y es muy difícil teorizar sobre él. A mí por lo menos, nunca se me hizo fácil explicar cómo hago las canciones, cómo las compongo.
EL VALOR DE LA MÚSICA
--Además de su función de orientación del público, ¿el crítico puede contribuir a la tarea del artista?
--Todo depende. Puede haber críticos buenos y pésimos. Pero si es bueno y cumple su función con verdadero dominio, puede ser muy útil para todo el mundo, en el acierto o en el error.
--Al parecer, hoy abundan los reseñadores y faltan los críticos…
--Sí, de acuerdo…aunque esa quizá sea una situación también positiva. Porque más que meterse en el plano estético, más que opinar, más que sugerir, el reseñador se remite a informar, a hacer una crónica, a dar pautas.
--Sin embargo, para el mismo crítico puede ser tan bueno un disco de Fernando Cabrera como uno de Enrique Iglesias. ¿Son las dos propuestas válidas?
--Y de repente sí, por lo menos para sus respectivos públicos. Escuchás un disco de Enrique Iglesias y para los parámetros de su género, capaz que está perfecto. Lo que el crítico hace, es confirmar eso.
--¿Aunque esa perfección dependa de una concepción musical estancada?
--Usar mecanismos super trillados no quiere decir que la música no esté bien hecha.
--¿El valor de la música radica en la aceptación de la gente?
--No, el gusto de la gente no es lo que pauta el valor. En todo caso le da presencia, existencia.
--En la música que escuchás, ¿que elementos encontrás que la hacen importante para vos?
--Cosas afectivas que me despiertan algo, me recuerdan un sonido, me tocan una campanita en mi historia personal. Debe tener que ver con mi cultura, cómo era mi familia, mi entorno, mi barrio, mi clase social, mi época. Coexisten en una persona, muchos seres humanos al mismo tiempo.
--¿Qué es lo que hace que artistas como los Beatles o Zitarrosa, perduren, mientras que canciones nacidas recién ayer ya han sido olvidadas?
--Me parece que se trata de la conjunción de un alto nivel de calidad musical -no exento de experimentación- unido a la capacidad de conexión y de percibir la longitud de onda de las masas. Eso es un milagro y se da pocas veces.
--¿Para qué sirve el arte?
--Para distraer, para matar el tiempo, para comunicar; para entretener, para entre tenernos. Es una palabra que se puede desarmar y jugar con ella.
--¿Sos un hombre feliz?
--Mucho más de lo que yo esperaba. Cuando tenía dieciocho o veinte años, era un sueño que pensaba que estaba fuera de mi alcance, algún día subirme a un escenario, grabar un disco, que pasen una canción mía por la radio. He grabado un montón de discos, tengo un público que me sigue. Más no puedo pedir. Es demasiado.
LEONARDO SCAMPINI
*Publicado originalmente en El País Cultural nro.476 del 18 de diciembre de 1998.
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