Entrevista antes de su doble show de hoy y mañana
Recién llegado de Santiago de Chile, donde se presentó por primera vez en el marco de un festival, el músico se dispone a ofrecer dos conciertos en el local de La Trastienda. No solo repasará su último disco "Canciones propias", sino que tal vez adelante y pruebe temas de su próximo disco.
Paciente y seguro, Fernando Cabrera pasó más de dos décadas de carrera como una joya uruguaya no descubierta en el extranjero. Recién en la última década, y de forma gradual, salió al exterior con paso firme, llegando a un público que se sorprendía y lo sorprendía a él. En Cuba, Brasil, Argentina y Chile el público se encontraba con un cantautor de extensa trayectoria. Y él, a su vez, se encontraba con un público que, a pesar de descubrirlo recién ahí, agotaba las entradas para sus shows. En Santiago de Chile le ocurrió lo mismo cuando tocó la semana pasada en el Complejo Cultural Gabriela Mistral. "Mis recitales son siempre distintos, dependiendo de mi banda", explica. "Estos viajes que hago por Latinoamérica los hago solo. Y después está el repertorio que tengo ganas de hacer. En La Trastienda voy a hacer algo distinto a lo de Chile, voy a tocar con Federico Righi, Juan Pablo Chapital y Ricardo Gómez y vamos a hacer canciones del último disco". El proceso de trabajo de las canciones de Cabrera es igualmente paciente. Parte de lo que hace en ese proceso es ensayar en estudio y también ensayar en vivo las nuevas canciones, cosa que hará en el concierto de esta noche. "En vivo entra en juego más la emoción, que es difícil de conseguir ensayando en un estudio. En el escenario aparece la verdad. Tocás de otra manera, todos se la juegan más", contaba. Con dieciséis discos y cincuenta y cuatro años, Cabrera ha recorrido un larguísimo camino a la hora de perfeccionar las formas de componer y pulir canciones. Y también, de conocer a su público. La respuesta de la audiencia a la hora de probar canciones, dice, es relativa, "porque en general el público apoya. Creo que la experiencia es más bien interna. Y te juega una adrenalina y cosas que son imposibles de conseguir en un ensayo o una grabación. Cambia todo".
Matías castro
-¿Por qué no se dio esto de tocar en el exterior en tus primeras décadas de trabajo?
-Para nada. Yo no salí de Uruguay hasta hace muy poquito. Pasé veinte años acá, con relativo relieve, con gran actividad, pero nunca fui a ningún país. Lo más llamativo es que hasta esa década que decís no fui a Argentina. En mi caso se dio por influjo de Jorge Drexler, que él viendo mi realidad, se propuso como una tarea personal hablar de mí en cada nota y cada encuentro con productores. Me hizo un trabajo como de canciller, o de divulgador, muy generoso de su parte. Eso hizo un click conmigo. A partir de ahí mucha gente empezó a prestar atención a lo que yo hacía. Eso se lo agradezco a él. Y después del lado de allá colegas hicieron temas míos, como Liliana Herrero y también la Bersuit.
-Y en cuanto a los artistas uruguayos de tu generación, ¿por qué no salían al exterior con tanta frecuencia como ahora?
-Yo creo que la respuesta debería ser un poco más general. No lo veo claro. Creo que hay un gran auge del prestigio de la música uruguaya. Pero no sé porqué se da en estos últimos años porque la música uruguaya fue buena desde siempre. Hay una idea, sobre todo en Argentina, de que Uruguay es una fuente de músicos y creo que desde siempre se da que Uruguay es un polo a nivel musical. Para mí eso es real, no es que nos quieran pasar la mano por el lomo. Uruguay es un foco musical muy importante en este momento, lo digo por distintas generaciones y desde Los Olimareños hasta Franny Glass. Tiene que ver con cómo se han profesionalizado los jóvenes, a caballo también de las nuevas tendencias de producción y de intentar poner un poco más de cabeza empresarial. Los que estamos acá no somos tan conscientes pero hay mucha calidad instrumental, letrística y hay propuestas. Si pasás al terreno de la canción cada solista es un género en sí mismo. Acá todo el mundo es bastante original. Creo que en la originalidad está el valor de lo nuestro. Y es lo que se ve desde Argentina. Todos somos cada uno, y es algo que sucede desde siempre. En mi generación vos veías a Leo Maslíah, a Jaime Roos, a Lazaroff, a Rubén Olivera, a Larbanois Carrero, Galemire, Darnauchans… nadie se parece a nadie.
-¿Qué es lo que ha marcado que se desarrollen los compositores de esta forma?
-Creo que la pequeñez y que en este mercado no haya expectativas de enriquecimiento ni de glamour hace que el que se dedique a cualquier disciplina artística sepa de primera que no va a tener una limusina con vidrios negros, cuatro patovicas y una bruta quinta. Eso no existe. Esa certeza de que toda la vida vas a estar remando, te lleva a una gran libertad. Y uno dice ya que no voy a ser rico voy a hacer lo que se me dé la gana. Acá no tenés qué cuidar, no tenés nada que perder.
-No hay especulación.
-Claro, esa pobreza te lleva a no especular y a ser muy libres. Por ahí en caso de artistas que de primera les va muy bien y venden mucho, a la hora de hacer nuevos discos piensan dos veces la experimentación. Creo que hay ahí una posible explicación de la originalidad uruguaya. Somos chiquitos y comprendemos intuitivamente que la única forma de levantar la cabeza y hacerte ver es ser bueno y novedoso.
-Volviendo al tema del comienzo, con un panorama así, en tu primera década de laburo, ¿te planteaste salir al exterior?
-Tuve una actitud más bien de espera y no tanto de ataque. Es una cosa de personalidad. Soy más bien introvertido, no me gusta pasar tarjeta. Y las cosas ya ves que se dieron y con una ventaja: la gente que me conoce ahora no encuentra un muchacho que recién empieza sino que se encuentra de golpe con una persona con un capital bastante mayor, con muchos discos, colaboraciones y trescientas canciones escritas. Eso genera una sorpresa mucho mayor.
-Te pasa después de tres décadas de carrera.
-¿Qué mejor que te sigan pasando cosas interesantes a una edad avanzada, cuando la vida marca lo contrario? A mí me siguen pasando cosas que me sorprenden y me sacan de mi trillo habitual. Este año fui por primera vez a San Pablo, Brasilia y La Habana. Creo que es fruto de esa paciencia, de no haber sido ambicioso. Me gusta que las frutas caigan del árbol solas, no lo voy a sacudir antes.
-¿Pensás que estas experiencias de vida y sorpresas se puedan reflejar en tus futuras composiciones?
-El proceso de las canciones es muy extraño y muy lento. Nunca sé lo que voy a escribir. A veces puedo ponerme a hacer una letra sobre algo que me pasó veinticinco años antes. No voy a descubrir nada, pero yo escribo mucho a raíz del shock que me provoca una emoción, mía o de otro. Esa cosa tan difícil de explicar encontré la forma de expresarla en una poesía o en una letrita. No sé si estas experiencias salgan algún día en una letra. Últimamente en las letras se me cruzan distintos temas, las canciones van derivando.
-En este proceso de composición ¿cuánto pesa la parte racional y tu bagaje intelectual?
-Pesa porque la razón y la intuición forman un equipo. Todo eso conforma el oficio. Está lo intuitivo, cuando te viene la epifanía. Eso puede ser muy cortito, un título o una frase. Luego entra lo otro, donde el trabajo es un poco más racional, que puede llevar meses. Guardo las cosas en una carpeta, los dejo meses y luego los abro y los vuelvo a tocar.
-Un librero decía que el arte es 1% de inspiración y 99% de transpiración.
-El porcentaje lo pone cada uno. Pero la mayoría es de trabajo, de transpiración. También hay gente que dice que para que te aparezca la inspiración hay que estar bien entrenado, el terreno tiene que estar abonado.
Un reencuentro con Onetti y Pablo Dotta
Esta semana se edita en DVD el documental Nunca leí a Onetti, dirigida por Pablo Dotta, realizador uruguayo conocido por su largo El Dirigible. Las tres experiencias de Cabrera a la hora de componer música para el medio audiovisual fueron con él. Este documental, en particular, implicó un reencuentro con Dotta y con el escritor. Dotta y Cabrera se encontraron en La Habana, donde el director da clases en la escuela de San Antonio de los Baños y le propuso trabajar en el film. El músico compuso una canción pensada específicamente para este objetivo y, a lo largo de la película, se va mostrando todo su proceso de construcción. "La canción no habla específicamente de Onetti, pero creo que toca temas y pasa por lugares cercanos a la forma de escribir de Onetti" explicaba. "Su tesis es que si hay gente que considera que el viaje y el moverse es la única forma de conseguir una experiencia también hay gente que vive y aprende al quedarse sentado debajo de un ombú. La cautela también significa coraje, según las circunstancias en las que estés. Esa es la idea central de la canción". Y, después de todo, no es algo muy distinto a la filosofía paciente con la que Cabrera encaró su carrera.
El Pais digital.
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