sábado, 31 de marzo de 2012

Cabrera conmovió en la primera de sus presentaciones porteñas

Romina Grosso



El músico uruguayo Fernando Cabrera, uno de los referentes más importantes de la canción rioplatense contemporánea, ofreció un show emocionante en Café Vinilo, donde encantó a un público silencioso y receptivo desde sus composiciones, su voz y su guitarra.

Parado frente a un atril, con anteojos y una guitarra acústica, Cabrera volvió a compartir con los argentinos una propuesta que viene amasando desde hace 30 años, en la que habita un artista inquieto que despierta, incomoda, sensibiliza o sonsaca risas cómplices según la ocasión.

Con el show de anoche, Cabrera abrió en Vinilo (Gorriti 3780) un ciclo de presentaciones que continúa hoy, el sábado, el domingo (con dos funciones) para cerrar el martes 3.

Con un homenaje a Luis Alberto Spinetta en una trilogía que incluyó al “Tema de Pototo”, “Cuervo negro” y “Muchacha ojos de papel”, el cantautor inició anoche el primero de esta serie de conciertos.

Distanciado de los lugares comunes, y como es habitual en sus conciertos, anoche eligió espontáneamente los temas que darían vida a un show de más de dos horas (con un intervalo de 15 minutos) en el que la canción, en todas sus formas, fue la protagonista excluyente.

Tras evocar a “El Flaco”, abordó la bella “La casa de al lado”, en una versión que acompañó tocando únicamente los bajos de la guitarra, recurso singular que marcó el pulso de un concepto: el de encarar la canción despojada de todas las estructuras convencionales para llevarlas a un lugar que le exige al oyente una atención o participación especial.

Así fue intercalando piezas nuevas como “Caminos en flor” con otras viejas como “Una hermana muy hermosa” -a la que presentó como “un velado homenaje a Atahualpa Yupanqui entre otras cosas”- “Punto muerto” o “Nunca te dije que te amo” en donde el poeta repite “Nunca te dije que te amo ni te lo voy a decir/ son palabras que cualquiera dice con certeza o sin/Nunca te dije que te amo pero te amo como nunca amaré”.

Ya sin la guitarra y con una simple cajita de fósforos como instrumento de percusión dio lugar a uno de los pasajes más bonitos de la noche; “Como todas mis canciones ésta tiene en común la incoherencia”, dijo antes de revivir “Viveza”, un tema que de alguna manera condensa la esencia de su obra.

Y ante un silencio rotundo Cabrera cerró la primera parte de su recital mirando al público para entonar desde su voz mordaz y tierna “El tiempo está después”, uno de las canciones más conocidas de su carrera que da el nombre a uno de los 20 discos que lleva editados.

También supo reírse de sí mismo en piezas como “Lisa se casó” y “Críticas”, que hasta provocó carcajadas contenidas en medio del silencio apabullante que se hacía sentir en la sala, donde para emocionar Cabrera no necesitó apelar al volumen, ni a la superproducción, ni a repetir viejas fórmulas.

No faltaron la conmovedora “Te abracé en la noche”, “Diseño de interiores” y “Un par”, donde sintetiza poéticamente el carácter de su oficio al repetir: “Ves la fugaz melodía que ocupa mi voz/ Yo soy apenas su estela/ su brillo de paso/ Su motivo de siempre/ buscar emoción/ Mi destino es canción/ Y es fuga por si acaso”.

1 comentario:

pájara. dijo...

Qué alegría ir mañana a verlo!

Algo para él...
http://www.unapapelera.com.ar/2010/12/diluyendose-atracadero-donde-el-jazmin_17.html