—Empecemos por el principio, por el título del libro –Intro–, que tiene esa triple característica de ser a la vez una introducción a tu poesía, una antología de tu obra como cantautor para públicos no iniciados y el primer recital grabado en el que tocás vos solo con tu guitarra.
—La tercera característica no llegó a ser deliberada. Después de grabar me di cuenta de que sin querer había cumplido con ese pedido que me hacen desde hace años, sacar un disco yo solo con la guitarra. Respecto al título, bueno, la palabra “intro” forma parte de la jerga de los músicos, de los ensayos, de las partituras y es, obviamente, la abreviatura para “introducción”. Se le llama “intro” a la estructura del comienzo, que puede tener equis compases, mientras el tema todavía no empezó. Me gusta esa palabra, corrientemente uno la escribe en la partitura encerrada por un rectangulito. Evidentemente tiene muchas connotaciones y no me puse a pensar exactamente cuántas ni cuáles, pero me pareció que era bueno como título: es breve, se aplicaba a esas tres cosas que mencionabas y quizás a algunas más, y por eso es también útil, en el mejor sentido de la palabra.
—¿Y cómo te parece que funciona al revés, es decir, la poesía para los que no te conocen y el recital para quienes han acompañado el desarrollo de tu carrera?
–El recital es una especie de antología y hay una razón para haber incluido el dvd en el libro. Porque esto es importante: para mí este objeto es un libro, yo publiqué un libro, no un disco ni un dvd. Lo de incluir el recital en dvd es posterior y tiene más bien que ver con la posibilidad de mostrarle a alguien que nunca me escuchó qué es lo que hago de una manera sencilla. No está dirigido a los seguidores de toda la vida, aunque probablemente también lo disfruten. Es para poder decir “éste soy yo” a un ecuatoriano, un nigeriano o un noruego; así soy yo en vivo con la guitarra y esto es lo que he estado haciendo todos estos años. El dvd surge a partir de un ofrecimiento del documentalista argentino Ariel Hassan. Él ha hecho varias cosas interesantes, entre ellas un documental sobre Atahualpa Yupanqui muy en profundidad, en cuatro capítulos que duran más de una hora cada uno… Hassan también trabajó en el canal Encuentro e hizo más de cuarenta unitarios con un artista cada vez, un proyecto conducido por Lalo Mir. Este programa se hizo en el estudio ion, que es donde grabé el recital de Intro. Se usaba la infraestructura y tecnología del estudio para las tomas de sonido, el recital se hacía en una noche, con muy poco público, y Hassan contaba con la otra parte del equipamiento, es decir, todo lo referente a cámaras, incluso un aérea con grúa.
—El trabajo de cámara, edición y montaje es muy bueno…
—Y la iluminación, todo. Es un regalo que me cayó del cielo, gente generosa que me ofreció hacerlo. El equipamiento del estudio es de una calidad impresionante, pero también está la carga afectiva, porque por ahí han pasado músicos increíbles en los últimos cincuenta años. El técnico de sonido sigue siendo el que grababa a Troilo, a Piazzolla, a Vinícius, a Charly.
—También pasaron varios músicos uruguayos por ion.
—Sí, hubo un sello muy interesante que se llamó De la Planta, a principios de los años setenta, aunque duró dos años nomás. Lo había puesto Jorge Abuchalja, que hoy organiza los almuerzos de adm. Él siempre tuvo un talento empresarial muy grande y además tocaba en Los Delfines: creó ese sello y en un año y medio publicó un montón de cosas hermosas, con una gráfica increíble. En De la Planta salieron discos como Totem, Mateo solo bien se lame, Camerata… entre muchos otros. Ellos tenían un convenio con ion, por lo que todos esos discos se grabaron ahí, en una noche, era más barato. Totem se grabó así, en un rato, en doce horas, todo el primer disco de Totem que es increíble.
—Pero volviendo un poco a lo que decías antes, que considerás a Intro como libro. Y sin embargo, algunas declaraciones tuyas me hicieron pensar en un cierto gesto de pudor al publicar poesía.
—Esto lo vengo escribiendo hace muchos años, puliendo, juntando, dejé afuera algunos poemas, incluí otros. No sé si me da pudor, más bien creo que no. Ya me animé una vez en el 92, si bien ahí los poemas estaban un poco camuflados porque el libro daba a entender que era de canciones. Se llamó 56 canciones y un diálogo y ya ahí meché algunos poemas. Antes, incluso, cuando saqué mi primer disco solista en el 84, El viento en la cara –un long play, como se decía, un vinilo diseñado por Maca, precioso–, ya adentro traía, del mismo tamaño del long play, que era 33 por 33 centímetros, cuatro hojas que, de los dos lados, tenían poemas míos y las letras de las canciones del disco entremezcladas. Así que a los veintipocos años ya me había animado a mostrar esa cara de “mirá que también escribo esto”. Es una cosa que hago de alguna manera para el público que tengo. De vez en cuando les muestro lo que escribo a ver qué les parece. No soy un poeta de oficio, ni tengo el caudal de producción para publicar regularmente. Escribo de vez en cuando, como un aficionado. Tal vez de ahí venga eso, la impresión de pudor.
—Para vos está clara, entonces, la distinción. No considerás entonces que tu letrística pueda ser leída como poesía...
—En realidad creo que yo considero que casi todas las cosas pueden leerse como poesía. Esa es una vieja duda que no sé…
—Es una vieja duda que nunca se termina de saldar…
—Es un tema de vehículos, en definitiva. No estamos hablando de esencia, sino de soporte. Porque puede haber poesía en alguna de mis canciones, tal vez no en todas. Me parece que la cosa es así: tal vez en alguna de mis canciones haya fragmentos que sean poéticos. Tres versos. O dos estrofas. O de tanto en tanto una canción entera cuyo lenguaje pueda considerarse poético. Yo he trabajado mucho con el lenguaje y también le he errado mucho. La canción popular se supone que trabaja con lo coloquial, sin rebusques, sin el intento de innovar radicalmente. Lo popular se supone que trabaja con el habla, con lo más inmediato, con lo que todo el mundo pueda comprender. No un regodeo para los pocos que están acostumbrados a la poesía. Yo hago canción popular, no sé si siempre ajustada a esto que estoy diciendo pero me he preocupado en los últimos años por simplificar y tratar de tender a ese lenguaje de la canción.
—Pero es una falsa dicotomía contraponer lo popular a lo poético. Lo poético no siempre está en lo rebuscado o en lo críptico aunque es verdad que se requiere una conciencia del lenguaje y sus posibilidades. Pero eso está mucho en el habla popular. Yo creo que en tus canciones hay muchos recursos que son de la poesía, tanto formales como lingüísticos…
—Hay un gusto innato en mí por jugar con las palabras, por darles un giro, buscar los significados, eso está presente y estoy seguro que está allí hasta cuando escribo un correo electrónico. Que cada palabra tenga un rol claro, o no, para el caso de que uno se proponga que no lo tenga. Combinarlas entre ellas. Hay un trabajo formal, cómo no, me preocupa lo formal en la canción.
—¿Cuando te ponés a escribir sabés a priori si lo que vas a hacer será poesía o será canción?
—Y no. Me doy cuenta al rato. O promediando. No sé bien el mecanismo porque no es claro.
—La tercera característica no llegó a ser deliberada. Después de grabar me di cuenta de que sin querer había cumplido con ese pedido que me hacen desde hace años, sacar un disco yo solo con la guitarra. Respecto al título, bueno, la palabra “intro” forma parte de la jerga de los músicos, de los ensayos, de las partituras y es, obviamente, la abreviatura para “introducción”. Se le llama “intro” a la estructura del comienzo, que puede tener equis compases, mientras el tema todavía no empezó. Me gusta esa palabra, corrientemente uno la escribe en la partitura encerrada por un rectangulito. Evidentemente tiene muchas connotaciones y no me puse a pensar exactamente cuántas ni cuáles, pero me pareció que era bueno como título: es breve, se aplicaba a esas tres cosas que mencionabas y quizás a algunas más, y por eso es también útil, en el mejor sentido de la palabra.
—¿Y cómo te parece que funciona al revés, es decir, la poesía para los que no te conocen y el recital para quienes han acompañado el desarrollo de tu carrera?
–El recital es una especie de antología y hay una razón para haber incluido el dvd en el libro. Porque esto es importante: para mí este objeto es un libro, yo publiqué un libro, no un disco ni un dvd. Lo de incluir el recital en dvd es posterior y tiene más bien que ver con la posibilidad de mostrarle a alguien que nunca me escuchó qué es lo que hago de una manera sencilla. No está dirigido a los seguidores de toda la vida, aunque probablemente también lo disfruten. Es para poder decir “éste soy yo” a un ecuatoriano, un nigeriano o un noruego; así soy yo en vivo con la guitarra y esto es lo que he estado haciendo todos estos años. El dvd surge a partir de un ofrecimiento del documentalista argentino Ariel Hassan. Él ha hecho varias cosas interesantes, entre ellas un documental sobre Atahualpa Yupanqui muy en profundidad, en cuatro capítulos que duran más de una hora cada uno… Hassan también trabajó en el canal Encuentro e hizo más de cuarenta unitarios con un artista cada vez, un proyecto conducido por Lalo Mir. Este programa se hizo en el estudio ion, que es donde grabé el recital de Intro. Se usaba la infraestructura y tecnología del estudio para las tomas de sonido, el recital se hacía en una noche, con muy poco público, y Hassan contaba con la otra parte del equipamiento, es decir, todo lo referente a cámaras, incluso un aérea con grúa.
—El trabajo de cámara, edición y montaje es muy bueno…
—Y la iluminación, todo. Es un regalo que me cayó del cielo, gente generosa que me ofreció hacerlo. El equipamiento del estudio es de una calidad impresionante, pero también está la carga afectiva, porque por ahí han pasado músicos increíbles en los últimos cincuenta años. El técnico de sonido sigue siendo el que grababa a Troilo, a Piazzolla, a Vinícius, a Charly.
—También pasaron varios músicos uruguayos por ion.
—Sí, hubo un sello muy interesante que se llamó De la Planta, a principios de los años setenta, aunque duró dos años nomás. Lo había puesto Jorge Abuchalja, que hoy organiza los almuerzos de adm. Él siempre tuvo un talento empresarial muy grande y además tocaba en Los Delfines: creó ese sello y en un año y medio publicó un montón de cosas hermosas, con una gráfica increíble. En De la Planta salieron discos como Totem, Mateo solo bien se lame, Camerata… entre muchos otros. Ellos tenían un convenio con ion, por lo que todos esos discos se grabaron ahí, en una noche, era más barato. Totem se grabó así, en un rato, en doce horas, todo el primer disco de Totem que es increíble.
—Pero volviendo un poco a lo que decías antes, que considerás a Intro como libro. Y sin embargo, algunas declaraciones tuyas me hicieron pensar en un cierto gesto de pudor al publicar poesía.
—Esto lo vengo escribiendo hace muchos años, puliendo, juntando, dejé afuera algunos poemas, incluí otros. No sé si me da pudor, más bien creo que no. Ya me animé una vez en el 92, si bien ahí los poemas estaban un poco camuflados porque el libro daba a entender que era de canciones. Se llamó 56 canciones y un diálogo y ya ahí meché algunos poemas. Antes, incluso, cuando saqué mi primer disco solista en el 84, El viento en la cara –un long play, como se decía, un vinilo diseñado por Maca, precioso–, ya adentro traía, del mismo tamaño del long play, que era 33 por 33 centímetros, cuatro hojas que, de los dos lados, tenían poemas míos y las letras de las canciones del disco entremezcladas. Así que a los veintipocos años ya me había animado a mostrar esa cara de “mirá que también escribo esto”. Es una cosa que hago de alguna manera para el público que tengo. De vez en cuando les muestro lo que escribo a ver qué les parece. No soy un poeta de oficio, ni tengo el caudal de producción para publicar regularmente. Escribo de vez en cuando, como un aficionado. Tal vez de ahí venga eso, la impresión de pudor.
—Para vos está clara, entonces, la distinción. No considerás entonces que tu letrística pueda ser leída como poesía...
—En realidad creo que yo considero que casi todas las cosas pueden leerse como poesía. Esa es una vieja duda que no sé…
—Es una vieja duda que nunca se termina de saldar…
—Es un tema de vehículos, en definitiva. No estamos hablando de esencia, sino de soporte. Porque puede haber poesía en alguna de mis canciones, tal vez no en todas. Me parece que la cosa es así: tal vez en alguna de mis canciones haya fragmentos que sean poéticos. Tres versos. O dos estrofas. O de tanto en tanto una canción entera cuyo lenguaje pueda considerarse poético. Yo he trabajado mucho con el lenguaje y también le he errado mucho. La canción popular se supone que trabaja con lo coloquial, sin rebusques, sin el intento de innovar radicalmente. Lo popular se supone que trabaja con el habla, con lo más inmediato, con lo que todo el mundo pueda comprender. No un regodeo para los pocos que están acostumbrados a la poesía. Yo hago canción popular, no sé si siempre ajustada a esto que estoy diciendo pero me he preocupado en los últimos años por simplificar y tratar de tender a ese lenguaje de la canción.
—Pero es una falsa dicotomía contraponer lo popular a lo poético. Lo poético no siempre está en lo rebuscado o en lo críptico aunque es verdad que se requiere una conciencia del lenguaje y sus posibilidades. Pero eso está mucho en el habla popular. Yo creo que en tus canciones hay muchos recursos que son de la poesía, tanto formales como lingüísticos…
—Hay un gusto innato en mí por jugar con las palabras, por darles un giro, buscar los significados, eso está presente y estoy seguro que está allí hasta cuando escribo un correo electrónico. Que cada palabra tenga un rol claro, o no, para el caso de que uno se proponga que no lo tenga. Combinarlas entre ellas. Hay un trabajo formal, cómo no, me preocupa lo formal en la canción.
—¿Cuando te ponés a escribir sabés a priori si lo que vas a hacer será poesía o será canción?
—Y no. Me doy cuenta al rato. O promediando. No sé bien el mecanismo porque no es claro.
1 comentario:
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