Esta simetría, buen gusto y sobriedad puede trasladarse al material presentado y a la forma en que éste fue desarrollándose en vivo. Fernando Cabrera diseñó el espectáculo de forma calculada, con una banda que tiene muchas horas de ensayo y con las introducciones a las canciones perfectamente narradas.
El profesionalismo del cantautor llegó a niveles que solo décadas de experiencia pueden otorgar, y en un momento en el que hace mejor manejo de su voz y de los tiempos escénicos. El show empezó con Imposibles, uno de sus grandes clásicos, pero tuvo su eje en Viva la Patria,un disco que acaba de salir a la venta y que la mayoría escuchó allí por primera vez.
Como trovador recorrió todas las temáticas posibles en el material que a pesar del título no es un canto patriótico ni mucho menos. Pero sí es un muestrario de sus inquietudes e intereses. Cabrera es un amante de la historia y por eso su relato sobre el proceso fundacional de la ciudad al presentar La huella de Montevideo resultó tan ameno y preciso. En realidad se valió de una "anécdota" y de un personaje al que dio calidad cinematográfica: Pedro Gronardo, el práctico del Río de la Plata que alertó a Bruno Mauricio De Zavala al ver a un grupo de portugueses instalándose en estas tierras.
El repertorio estuvo plagado de letras inspiradas en situaciones reales y ficticias. Se inspiró en su hermano, en un amigo fotógrafo fallecido, rescató La balada de Astor Piazzolla y le dedicó una canción a los artistas callejeros (Caminos en flor). También, con poesía, criticó a los cines que se convirtieron en estacionamientos o en iglesias pentecostales (en Cine religión) sin agregar una línea extramusical, y habló del dolor que provoca la primera ruptura amorosa (La vida recién comienza). Cuando abordó esta última acompañado solo por Herman Klang en el sintetizador, Cabrera alcanzó su punto más alto como intérprete. Conmovedor y sencillo emitió las frases casi como si estuviera en la audición para un papel dramático. El mensaje llegó y emocionó a todos.
La banda que lo secundó está integrada por músicos experientes que han tocado con muchos otros solistas uruguayos. Sin embargo, están perfectamente ensamblados al estilo de Cabrera y al servicio de su lenguaje. Esta vez el cantautor usó una guitarra prestada."Sí, prestada", dijo en tono humorístico mientras se encogía de hombros. El instrumento era propiedad de Emiliano Brancciari de No Te Va Gustar. El lazo está establecido porque actualmente está finalizando la composición de la música para la película documental del grupo que se estrenará este año.
Jorge Galemire participó como invitado, con quien creó Hijos de la abundancia.
El autor de Trigo y plata además hizo su propia versión de Punto muerto.
Aunque ya no resulta novedoso, Cabrera sigue hipnotizando a la platea cuando canta Viveza mientras utiliza una cajita de fósforos como instrumento de percusión. Entre el público se encontraba Ruben Rada. En los bises llegaron otros clásicos como El tiempo está después y Por ejemplo. Un verdadero lujo.
Alejandra Volpi
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