miércoles, 5 de agosto de 2009

Entrevista con Fernando Cabrera- Junio 2009


ENTREVISTA CON FERNANDO CABRERA junio 2009

El bardo oriental

Antes de su próxima visita a Buenos Aires, el cantautor uruguayo Fernando Cabrera recorre su larga trayectoria, que empezó en los ’80 y lo llevó a colaborar con mitos ausentes de la canción rioplatense como Eduardo Mateo y Eduardo Darnauchans. Artista de perfil bajo pero cada vez menos secreto de este lado del charco gracias a Jorge Drexler y la Bersuit –fans y colaboradores–, Cabrera presenta su disco en vivo con Darnauchans, grabado en los ’90, y anticipa que su próximo álbum será de versiones, desde Zitarrosa hasta Rubén Rada.

Por Martín Pérez
desde Montevideo Aunque antes de entrar en el conservatorio pensaba estudiar historia, Fernando Cabrera asegura que no tiene un personaje histórico preferido. Sin embargo, sentado ante un tostado de jamón y queso en una fría y neblinosa tarde-noche montevideana, cuenta que en broma siempre menciona a un tal Pedro Bronardo, que en 1724 era uno de los prácticos del Río de la Plata. “Un práctico era alguien que esperaba a los barcos que llegaban al río para guiarlos por el peligroso laberinto de bancos de arena y canales que hay antes de llegar al puerto”, explica Cabrera. “Hasta el día de hoy hay prácticos, sin ellos encallarían todos”. Por aquella época, prosigue el frustrado aprendiz de historiador, gobernaba Buenos Aires un tal Bruno Mauricio de Zavala, que llevaba siete años ignorando una orden del rey de España para fundar algo de este lado de la Bahía. Recién lo hizo cuando llegaron los portugueses y empezaron a construir: ahí el tipo vino con una tropa y fundó Montevideo. “Por eso digo que Bronardo es mi personaje histórico preferido: porque fue el que le avisó a Zavala que habían llegado los portugueses”, remata con una sonrisa.
Al igual que Zavala –del que, informa Cabrera, hay una estatua en la plaza Matriz sobre la que está instalada la cervecería donde se está realizando este reportaje–, parece que Fernando Cabrera necesitó de mas de un Bronardo en su historia que le avisase que las canciones estaban ahí, delante de él. A pesar de ser hijo de una familia tuerca, su madre lo envió temprano a estudiar guitarra, y el niño sumiso se pasó años solfeando. En las paredes de su cuarto, sin embargo, había un poster de Jim Clark, campeón de Formula 1. Fanático de Chevrolet por Fangio, el ídolo de su padre, Cabrera siempre fue una esponja musical, escuchando tangos, sambas y folklore, pero nunca se le hubiese ocurrido ser autor de canciones si un profesor de la secundaria no le hubiese elogiado –a él, uno de los más indisciplinados de la clase– una composición. La música ya estaba en su vida, pero apareció la palabra. Recién ahí Fernando pensó que eso que escuchaba también él podía hacerlo. Pero, aún así, con la música como destino y ya estudiando en el conservatorio, Cabrera soñaba con ser arreglador. “Como era Jobim antes de ser famoso”, acota. Hizo falta que un compañero de estudios lo volviese a guiar hacia las canciones. Y no se trataba de cualquier compañero: se llamaba Jorge Lazaroff, que por entonces empezaba a ensayar para el debut de Los que iban cantando. “Me invitó a un ensayo y lo que escuché me voló la cabeza”, recuerda. “Y me fui de ahí con la idea fija de armar mi propio grupo, que fue MonTresVideo”.
Como dice el propio Fernando, su musa fue generosa, y por entonces –con apenas 19 años– ya estaba componiendo temas que, aún hoy, considera que están entre lo mejor de todo su repertorio, como “Agua”, “El loco” o “Méritos y merecimientos”. Pero aun así nunca, asegura, se propuso nada con la música. “Los ambiciosos se ponen metas, y siempre llegan, aun sin condiciones”, señala. “Pero cuando vos sos, no te lo proponés. Porque no tenés más remedio que ser lo que sos.” Así que, luego de que sus Bronardos le avisasen, ninguna estatua para Cabrera. Desde entonces, desde aquellas primeras canciones que marcaron su estilo para siempre, lo suyo fue ser un práctico más dentro de la escena uruguaya. Un guía solitario entre tantos bancos de arena y tantos canales, tantos riesgos para el navegante. A pesar de una carrera musical que ya lleva tres décadas, Fernando Cabrera jamás levantó la voz. La suya ha sido una carrera que ejemplifica el valor de cantar en voz baja, pero ser consecuente con lo que se canta, y nunca elegir el camino más sencillo. Tal vez por eso es que, cuando la gente de la Bersuit lo invitó a tocar con ellos en uno de sus Luna Park repletos, Cabrera eligió salir a escena a cantar su tema “Viveza”, acompañado sólo por una cajita de fósforos como instrumento. Y si para muchos de los presentes aquella noche ese momento apenas si fue un intervalo de su fiesta bersuitera, para otros es una de esas imágenes imborrables que regala cualquier espectáculo multitudinario cuando se demuestra, súbita y mágicamente, como algo íntimo. Como siempre sucede en todos los shows de Cabrera, aquel supongo que ya no falta hace aclararlo.

Tomarse un tiempo

Una de los consejos que Cabrera dice haber seguido de su amigo Eduardo Darnauchans, es el de tomarse su tiempo entre disco y disco. “¿Por qué tengo que sacar un disco por año como haces tú?, me preguntaba. Y la verdad que tenía razón. Durante los 80 tuve ese impulso juvenil, pero al final me di cuenta que era algo impulsado por unos reflejos industriales que no se corresponden con nuestra realidad. Si nadie te apura. Así que cuando comprendí eso, empecé a hacerle caso al Darno”, explica con una sonrisa, evocando aquella década prolífica y apurada, que empezó con el único disco de MonTresVideo (1981) y cerró con El tiempo está después (1989). En el medio hubo otro grupo, Baldío (1983), un debut como solista que aún hoy entiende como fundacional –El viento en la cara (1984)– y una breve época rocker de la que siempre abjuró, pero con la que ahora parece haber hecho las paces. “Siempre pensé en esos discos como un error, como una época caricaturesca”, confiesa Cabrera, que siempre se había negado a reeditar Autobús (1985) y Buzos azules (1986), los discos en cuestión. Pero como el sello Bizarro le recompró a la EMI Argentina los archivos del histórico sello uruguayo Orfeo, por donde pasó toda la música de los 80, Cabrera recibió la oferta de reeditarlos. Así que los volvió a escuchar, y se llevó una sorpresa. “Mi recuerdo venía de esas cosas que ponés en un casillero mental que clausurás y no volvés a abrir”, explica. “Porque ahora los volví a escuchar y me llevé una linda sorpresa, por el sonido, las ideas, los criterios, la energía y el coraje de lo que estaba haciendo”, dice Fernando, enumerando las razones por las que está poniendo a punto la inminente reedición de aquellos trabajos.
Por entonces Cabrera pasó casi directamente de aquella época rocker, fuertemente inspirada en The Police (“Todos nos deslumbramos mucho con ellos”, confiesa), a tocar con Eduardo Mateo. “No me costó nada el cambio, fue comodísimo”, explica. Se habían conocido cuando Fernando grababa el disco de Baldío, y Mateo hacía lo propio con Cuerpo y Alma, en el mismo estudio. “Por entonces se nos quedaba escuchando”, recuerda Fernando. “Y recién mucho tiempo después Mateo me dijo que tal o cual tema le gustaba mucho, como ‘Llanto de mujer’, por ejemplo.” Aquel dúo trabajó mucho, precisa Cabrera. Y no sólo dejó un disco, sino que también por aquel tiempo –impulsado por Mateo– compuso canciones muy importantes de su repertorio, como Al mismo tiempo o Por ejemplo. “A Mateo entonces le sobraba swing”, explica. “Le sobraba todo eso que viene después, lo que va mas allá de la música. Hace rato que él estaba ahí, en ese cielo musical. Aprendí mucho con él. Por entonces apenas si me abrió unas puertitas, que tienen que ver con la sencillez y la libertad, a las que recién 20 años después estoy llegando”.

A dúo con el ausente

Ahora, en este preciso instante, después de casi dos décadas siempre apuntando hacia adelante, sacando un disco cada tres años y mostrándose vital y renovado, el nuevo disco de Fernando Cabrera es un hermoso disco a dúo con alguien que ya no está, y fue grabado en realidad casi dos décadas atrás. Se trata de Ambitos, que contiene la grabación del mítico recital que dio junto a Eduardo Darnauchans en 1990, en el Teatro Solís, el Colón montevideano. Dentro de las huestes de la música popular, por entonces al Solís sólo lo habían pisado Los Shakers, Psiglo, Totem y Zitarrosa, escribe Victor Cunha en el librillo interno del disco, intentando explicar por qué aquel recital importaba tanto. Durante mucho tiempo, aquel show sólo existió en un cassette pirata que supo circular entre los coleccionistas. Pero cada vez que a Cabrera le proponían editarlo, se negaba. “Es que esa copia venía de un cassette de metal que nuestro sonidista utilizó para grabar el show”, explica. “Pero nunca se pensó en grabarlo de manera apropiada, así que para mi siempre fue sólo eso: un registro con soplido, que sólo merece un destino de cassette”, recuerda Fernando, que desde aquel encuentro actuó más de una vez junto al Darno. Incluso le produjo Entre el micrófono y la penumbra (2001), que entonces supo ser su regreso al disco después de una década.
Pero esta vez lo que le torció el brazo al no de Cabrera fue la tecnología: trabajando codo a codo con Oscar Pessano, su sonidista -que fue quien grabó aquel casete de metal original, fueron mejorando el sonido y quitando frecuencias, hasta hacerlo editable. “Además, reconozco mi falta de visión al negarme a editarlo durante tanto tiempo, porque lo más rescatable de ese show es cómo estaba cantando el Darno en ese momento. Ahí está la belleza de su voz en todo su esplendor, con temas muy buenos y cosas raras como su versión de ‘Blackbird’”, dice Cabrera, recordando con cariño al mito que falleció en marzo del 2007.

¿Cómo te agarró la muerte del Darno?

–Vamos a decir la verdad: no sorprendió a nadie. Fue realmente una muerte anunciada, tanto la de él como la de su mujer, que murió diez días antes. Yo pienso que se plantearon un lento suicidio, y entonces ya estaba visto. Los últimos años fueron realmente de una barranca abajo, con internaciones y afecciones de todo tipo

¿Cuándo fue la última vez que lo viste?

–Debe haber sido un año antes de que se muriera, porque yo estaba un poco cortado con él. Porque estaba un poco cansado de su indiferencia ante la vida, de su no cuidarse. Todo el mundo preocupándose y él nada. Estaba en la bajada del alcohol, y ya no le importaba nada. Hacía tiempo que se había entregado.

Un fascinante pasado

Dos meses atrás, aclara Fernando Cabrera, su agenda estaba peligrosamente vacía. Pero ahora, además de estar remasterizando aquellos discos rockeros, el cantante que aprendió la lección y desde los noventa viene editando un disco cada tres o cuatro años siempre vital, siempre hacia adelante, siempre sorprendiendo y al mismo tiempo siendo fiel a sí mismo ya está pensando en su próximo disco. Pero, a pesar de que asegura tener más de cien canciones nuevas, su nuevo opus que esperemos se edite por estos pagos, como sólo sucedió con los dos anteriores, Viveza (2003) y Bardo (2007) será un álbum de versiones, con temas de autores de una generación anterior a la suya. Desde Aníbal Sampayo a Los Olimareños, pasando por Dino, Rada, El Sabalero, Viglietti y Zitarrosa, nadie parece faltar en un recorrido con el que Cabrera aspira a recuperar bellas canciones que de otra manera siente que mueren y desaparecen. “Aunque ahora parece que el pasado no existe, yo vengo de una época en que era tan fascinante como el futuro”, dice Cabrera, que también está rescatando del olvido un disco de Gustavo Nocetti, un cantante de tangos que en la segunda mitad de los 80 grabó un disco con músicos de afuera del tango, y para el que contó con Cabrera como arreglador. “Así que al mismo tiempo que grababa Buzos Azules, yo estaba haciendo esto”, sorprende Fernando. “Es una faceta que no se conoce mucho de mí: ¡yo hago cualquier cosa!”, bromea el también autor de música de películas, que después de su próximo viaje para tocar en Buenos Aires, lo esperan en Madrid, para hacer la banda de sonido de un documental que conmemora los 100 años del nacimiento de Onetti. “El contacto surgió por gente que trabajó en la película El dirigible, para la que yo hice la banda de sonido”, explica Cabrera, sentado al día siguiente en su departamento en la Ciudad Vieja, ensayando junto a Gonzalo Denis (o Franny Glass), una de las revelaciones de la nueva escena musical de Montevideo. Cae la tarde, y desde la ventana se puede ver el Cerro de Montevideo, mientras tocan con Gonzalo uno de esos temas viejos que tanto le gustaban a Mateo, “Llanto de mujer”. Continuarán después con dos temas del disco debut de Franny Glass, “32 canciones” y “Cine y libros”. Están dejando lista la participación de Denis en el próximo recital montevideano de Cabrera, el hombre que asegura dialogar permanentemente con el pasado. “Pero no por nostalgia ni nada de eso”, aclara. “Sino que lo hago para estar vivo. Porque el pasado parece ser ahora algo que no tiene glamour, algo que hay que enterrar cuanto antes. Y yo siento en cambio que el pasado soy yo, y diálogo con él por un tema de alimentación. Yo soy Bach, vos sos el que inventó la rueda, somos el ser humano. Por eso mi próximo disco, es una toma de posición. Porque esos temas también son míos. Y también son de todos”.

http://www.youtube.com/watch?v=WloulvDE4mw




http://www.youtube.com/watch?v=Q7PlynA4oLU

sábado, 23 de mayo de 2009

“BUSCO QUE ALGO SE TE SACUDA POR DENTRO”

Charla con Fernando Cabrera, cantautor uruguayo
Por Osvaldo Quintana


Hay algo de rito en la forma que Fernando Cabrera transmite su música a la gente. Hay algo único en la comunión que se da entre él y su público en el completo silencio que dura exactamente hasta el último acorde. Y luego estalla.
"Tengo la cartera corta Tengo la mirada absorta/
En mi interior/Tengo un corazón apenas/
Siempre me tragué las penas/Y lo peor” (“Criticas”)

Es montevideano, tiene cara de nene aunque haya cruzado los 50 años, termine de cumplir 30 de trayectoria y cuente con 14 discos grabados en “el paisito”. Dueño de una obra prolífica que no busca detenerse en la formula del hit radial con estribillo ganchero, Cabrera es por sobre todas las cosas, un referente indiscutido del Canto Popular Uruguayo, Y el 17 de Agosto pasado estuvo en Santa Fe por primera vez, compartiendo el escenario del Centro Cultural ATE – Casa España, con la uruguaya Ana Prada dentro del Ciclo Paraninfo y mas, organizado por la UNL.
¿Cuándo sentiste que querías ser músico?
De algún modo se puede decir que ya era músico desde los seis años porque me habían mandado mis padres a estudiar guitarra de chiquito. Durante todos esos primeros años era como un hobby, como una actividad. Recién por los 18/20 años empecé a sentir que de repente, si tenía suerte, podía ingresar más seriamente a la música.
Era común por aquellos años mandarte de chiquilín a estudiar un instrumento o a un club. Típico de las clases medias de los 60. Apareció una profesora en el barrio, mira que curioso, una muchacha argentina que se fue a radicar en Montevideo, recién casada que daba clases de guitarra y solfeo, de piano, todo eso. Y una cantidad de chiquilines del barrio fueron a estudiar con ella. Esta maestra me puso en contacto, ya de niño, con la canción. Porque aparte de aprender la técnica de la guitarra y la teoría también me enseñaba canciones, sobre todo argentinas y, en esa época, (te estoy hablando de 1963 en adelante) había un tremendo boom de la canción folklórica argentina con artistas como Los Chalchaleros, Ramona Galarza, Los Fronterizos, Eduardo Falú, tan exitosos como luego lo fueron Los Beatles. Eso estaba en el aire. Entonces yo comencé a los seis años cantando canciones argentinas y también uruguayas.

Fernando Cabrera esta feliz y se le nota en sus ojos brillantes. Lleva una copa de vino en la mano que solo dejara por un instante para arrimar dos sillas detrás del telón, en el mismo escenario donde minutos antes ofreciera sus canciones.

¿Tus comienzos fueron como solista?
Lo primero que hice, alrededor de los 20 años, fue armar un trío llamado Montresvideo. Eso duró 5 años y grabamos un disco. Después armé otra banda que se llamó Baldío y desde el 84, quede solista hasta el día de hoy.
¿Qué música hacía Montresvideo?
Canciones mías. Algunas de las que canté hoy ya las cantaba en esa época. Y la música era bastante entreverada, ¿viste? Tomaba elementos de todos lados.
¿“El loco” es de aquella época?
Sí. “María Elena” que canté hoy también. Son mis primeras canciones.

El nuevo Centro Cultural ATE-Casa España permanece silencioso. Alguien surge lentamente desde un rincón del escenario, una luz tenue lo ilumina acomodando su guitarra. El uruguayo se sienta, saluda brevemente y arranca con una de sus canciones mas bellas: “La casa de al lado”
“No hay tiempo, no hay hora, no hay reloj/ no hay antes ni luego ni tal vez/ no hay lejos, ni viejo, ni jamás/ en esta olvidada invalidez”
Tu carrera comenzó en plena dictadura militar ¿Qué recuerdos te quedan de aquellos tiempos?
Horribles. Nosotros nos hacíamos a la fuerza pero era muy difícil. Cualquier argentino sabe lo que es una dictadura así que no tengo que explicarte nada: persecuciones, muertes, cárceles, destrucción de todo el enramado cultural.
LOS GENEROS LIMITAN

Los temas que se suceden provienen de todas las épocas. Cabrera va tejiendo una comunicación particular sin demagogias ni palabras que sobren. Su voz nasal continúa desgranando canciones impregnadas de poesía que hablan de amores, encuentros, desencuentros, incluyendo también la crítica social y búsquedas más personales. Son ofrecidas con una expresión austera, una calidez que suena auténtica, una sensibilidad que elude la sensiblería y esa infaltable carga de melancolía tan común a todos los uruguayos.
“La calle Llupes raya al medio / encuentra Belvedere / El tren saluda desde abajo / con silbos de tristeza / Aquellas filas infinitas / saliendo de central /el empedrado está tapado/ pero allí está” (“El tiempo está después”)
¿Cantautor sería una palabra adecuada para definirte?
Sí, claro. Es una palabra bastante completa. Abarca al compositor y al intérprete. El que canta sus propias composiciones. En ingles por ejemplo se dice “songwriter”
Pero solo define al compositor, el que escribe las canciones.
¿Qué modelo de músico tenías cuando te iniciaste?
Todo lo que escuchaba. Muchas cosas argentinas, música uruguaya, el rock, música clásica, la música de Brasil. Soy muy abierto. No me gusta estar metido en un género.

Entraría sin sobresaltos junto a los que su amigo Jorge Drexler llama los “des generados”, aquellos que, como el, se mueven por distintos géneros. Astor Piazzolla, Jobin, el rock, Troilo, Vivaldi, Los Beatles, Zappa, el folklore, la música de vanguardia, todos tienen cabida en el universo del uruguayo. Y como prueba irrefutable ahí están sus discos y los trabajos como productor discográfico con artistas tan disímiles como La Tabare o el recientemente desaparecido Eduardo Darnauchans y sus colaboraciones como arreglador o artista invitado. O sus incursiones en el cine como compositor de la música para la película El Dirigible.
“Cuanta tinta canto sádico/ nadie dijo bajate acá/ cuanto viaje y mostrador/ desconocí mi documento/ esa tarjeta de humo/ con solo uno de los dos” (“Puerta de los dos”)

Tenés grabados catorce discos y llevas 30 años de carrera.
Sí, hermano. Este año cumplo 30 años. Bueno, todavía no, el mes que viene, en Septiembre. Me acuerdo que debutamos con Montresvideo en el 77. Tengo recuerdos muy lindos. Era en una casona, compartida con muchos otros artistas. Una especie de festival con poetas y algo teatral también.
En estos últimos años has desembarcado en Argentina.
Estoy empezando (sonríe). También he estado de invitado de gente como la Bersuit, Liliana Herrero, Kevin Johansen. Me están haciendo pasar muy bien acá en Argentina: los colegas, la prensa. La verdad es que cada vez que vengo me vuelvo feliz, muy mimado.
Por ahí se te identifica como un músico de culto. ¿Cómo lo ves a eso?
No sé. Yo que sé.
¿Es bueno, es malo, te gusta, te molesta?
(Silencio) Yo no usaría esa calificación. Pero, si alguno quiere usarla es libre de hacerlo. Yo también la he leído muchas veces pero no la usaría. Soy un tipo que toca la guitarra y canta. No termino de entender bien que significa “algo de culto”.
Algo para un determinado sector…
Si es así no me gusta mucho. No quiero dirigirme solo a un sector.
Digamos que lo tuyo no es masivo ¿Te gustaría serlo?
Claro, sí. Pero sino tampoco me importa. Uno no puede manejar eso. Es lo que te sale.
También la masividad te quita algunas cosas.
Puede ser. Sí. Es costosa la masividad. Yo estoy muy cómodo así. Ya viste lo que pasó hoy. Una cosa hermosa, el silencio de la gente. Para mí es una maravilla esto.

CON LA CANCION ADELANTE


“Mismo les pegamos/ la teve les pega/ poniendo en sus ojos valores/ que nunca podrán comprar/ Reducir la mayoría/ la edad para ser grandes/ piden los mayores/ que estudiaron derecho/ ¡Derecho!” (“Menores”)
¿Cómo influye lo social en el momento de componer?
Influye siempre, quieras o no. Está siempre presente porque no soy ajeno ni insensible a lo que le pasa a mi sociedad.
¿Cómo es tu público?
Por suerte muy variado en edades. A veces miro la platea y me encuentro con niños, adolescentes, jóvenes, adultos y viejos. Eso me gusta mucho porque de algún modo confirma que la música que hago no está circunscripta a una generación, a una pequeña franja de la sociedad sino que puede ser disfrutada o escuchada por todos, cualquier ser humano en cualquier momento de su vida.
¿Qué papel tiene el público entonces al momento de componer? ¿Pensas en él o en vos?
No pienso en nada: ni en el público ni en mí. Bueno, un poco en mí, si. En el sentido de que yo soy el que juzga lo que estoy haciendo y lo corrijo o no, lo dejo, lo cambio. Pero pensar en el público sería imposible porque es muy diverso. La gente es toda diferente. Trato de que las cosas queden lo mejor posible dentro de mi escala de valores, quedar contento, quedar conforme. Y después lo muestro. Aparte ahí es una segunda etapa que es ver si al público le gusta o no.

Caso muy particular el de la música popular uruguaya. Un país en donde los músicos brotan “hasta de debajo de las baldosas”, al decir de Cabrera. Lugar en donde abundan aun cantautores urbanos con una obra muy original pero dentro de un mercado tan pequeño que los lleva en muchos casos a arriesgarse y experimentar, sabiendo que no tienen nada que perder.
“Aquellas tardes con la radio en la rambla/ Aquellos días con Marindia en el sol/ tengo un puñado de recuerdos de arena/ entre los dedos con la arena vas vos”
(“Por ejemplo”)

Vos también tocas como trío ¿Con que formato te sentís mejor?
De las dos maneras, porque los muchachos que me acompañan son una maravilla: músicos increíbles. Tocar con ellos me hace muy feliz. Pero tocar solo me gusta mucho también. Solo o en trío se logra el mismo clima. Hay otras cosas, pero el vínculo con la platea es siempre el mismo. Es la canción. Siempre pienso que la gente, cuando va a ver lo mío, no va a ver mi cara, ni la ropa ni la marca de mi instrumento si estoy con un trío o con un quinteto. La gente va a escuchar la canción. El protagonista en ese momento es la canción, lo que dice la letra o la música.
¿Qué buscas transmitir con tus canciones?
Me gusta que en algún momento del recital las personas sientan algo a nivel de las emociones, un sacudón. Me gusta que nos emocionemos en algún momento. A veces se logra y a veces no. Eso es lo que yo busco. Me gusta que algo se te sacuda por dentro. Va más allá de lo intelectual, de la letra y de la música. Que, en algún momento, una palabra, una frase logre algo que el público sienta dentro, una emoción. Eso me gusta.
Todos tus recitales son distintos.
Siempre cambio el orden de las canciones. Con tantos años he escrito como 180 canciones y en un recital entran más o menos 20,22. Siempre estoy incorporando las que tengo más ganas de tocar en ese momento. También depende del instrumento que lleve, una guitarra determinada con cuerdas de nylon, por ejemplo. Cuando voy con el trío más eléctrico pongo otras canciones. Por épocas tengo ganas de cantar algunas y otras no. Las abandonas por unos meses, después te vuelve a gustar hacerlas o les modificas los arreglos.
¿Cual consideras que es tu disco más logrado, aquel que recordas con más cariño?
Varios. Más de uno. El primero por ejemplo: “El viento en la cara”, otro posterior llamado “El tiempo está después”, “Viveza”, el anterior y este último, Bardo.
¿Siempre pudiste vivir de la música?
Más o menos sí. Con altibajos. Uruguay es un país muy chico con un mercado muy pequeño y es muy difícil vivir de la música pero, bueno, no me quejo. Hasta ahora más o menos la voy llevando.
Elegiste la música ¿que te hubiera gustado ser si no fueras músico?
Me hubiera gustado ser dibujante, humorista gráfico. Tipo aquellos que en un diario todos los días hacen una caricatura.
¿Lo has hecho alguna vez?
No, no. Pero eso me hubiera encantado. Me gusta mucho la historia también. Me hubiera gustado mucho ser profesor de historia o investigador.
¿En estos 30 años de carrera que sentís que perdiste en el recorrido y que cosas ganaste?
Nada. No perdí nada. Gané, gané, gané y cada vez gano más.
¿Qué ganaste?
No sé. Felicidad.

La charla concluye. Cabrera se despide con un fuerte apretón de manos. “La seguimos en Paraná”, dice antes de desaparecer. En el camarín todavía se escuchan los gritos de los músicos celebrando mientras el público abandona lentamente el auditorio. Y si uno mira bien, todos tienen el mismo rostro.
DISCOGRAFIA:
1981 - MonTRESvideo
1983 - Baldío
1984 - El viento en la cara
1985 - Autoblues
1986 - Buzos Azules
1987 - Mateo & Cabrera (con Eduardo Mateo)
1989 - El tiempo está después
1989 - Década
1993 - Fines
1994 - El Dirigible (Banda sonora original de la película)
1995 - Río
1995 - El tiempo en la cara (Recopilación)
1998 - Ciudad de la Plata
1999 - Tránsito (Recopilación)
2002 - Viveza
2004 - El tiempo está después (Recopilación)
2006 – Bardo
(Gracias a Mili López - Prensa UNL- y a Lea Bensasson, manager y cantante por la foto y el hermoso tema que hizo a dúo con Cabrera aquella noche) 

Fuente:  http://elcolectivo2004.blogspot.com/2008/03/busco-que-algo-se-te-sacuda-por-dentro.html

martes, 21 de abril de 2009

"Ámbitos": La histórica unión de dos creadores fundamentales

 
Sale el disco que rescata un memorable concierto en el Teatro Solís

ALEXANDER LALUZ
En el principio fue un sueño. Después, un desafío. Y en septiembre de 1990, fue una realidad que superó todas las expectativas: Eduardo Darnauchans y Fernando Cabrera realizaban las dos funciones de Ámbitos con el teatro Solís a pleno.

Una reunión memorable que, además de haber marcado un antes y un después en las carreras de ambos creadores, se convirtió en un hito en la historia de nuestra música popular. ¿Qué más se podría agregar sin caer en lo obvio? Quizás nada más. Ámbitos fue una poderosa síntesis poético-musical que, desde lo mínimo, lo sutil, desbordó límites estilísticos y homenajeó a la comunicación estética.

O, quizás ahora se podría remitir a este valioso documento que acaba de lanzar el sello Ayuí: el disco Darnauchans & Cabrera: Ámbitos. Una edición por demás elocuente y sensible que devuelve la emoción única que provocaron aquellos conciertos de 1990. Y con esto sí bastaría: la escucha nunca podrá ser sustituida por un vano ejercicio de palabras.
No obstante, es bueno recordar que parte de la historia de aquel Ámbitos seguía abierta hasta hace poco tiempo. Hoy, y sobre todo con la edición de este disco, ya puede asumirse como una etapa cerrada, con muchas de sus cuentas saldadas.

el encuentro. "Cuando hicimos este espectáculo en el Solís, con Eduardo (Darnauchans) ya teníamos diez años de amistad y colaboraciones", recuerda Fernando Cabrera. Y agrega: "Allí nos encontramos como dos solistas ya encaminados". Él ya había pasado por varias etapas: su participación en los grupos MonTRESvideo y Baldío, la grabación de cuatro discos solistas (El viento en la cara, Autoblues, Buzos azules, El tiempo está después) y uno junto a Eduardo Mateo (Mateo & Cabrera, de 1987). Y Darnauchans, un año antes de Ámbitos, había editado El trigo de la luna (1989), el sexto disco de su carrera como solista. En síntesis, dos trayectorias que estaban en pleno apogeo y con muchos afectos, búsquedas estéticas y preocupaciones musicales en común.

Esta cercana relación prolonga sus raíces hasta la adolescencia de Cabrera. "Yo tenía 15 o 16 años -comenta Cabrera- y ya escuchaba al Darno en la radio. Y para mí ya era un músico admirable". Poco tiempo después, y gracias a varios amigos en común, se produjo el encuentro y la inmediata afirmación del lazo afectivo. "Creo que el mérito era principalmente de Eduardo. Para mí era muy sencillo tener ganas de estar con él, era una persona fascinante, brillante en lo que hacía, y de una gran generosidad". Y, según Cabrera, la mejor prueba de esa generosidad fue la invitación a participar como arreglador en el disco Zurcidor (1981). "Teniendo veinte y pocos años, Darno me concedió el honor de trabajar con él, y junto a Bernardo Aguerre y Andrés Recagno, en un disco de cambio. Fue su cuarto disco, y el siguiente a la maravilla de Sansueña".

1990. Para el escritor Víctor Cunha, uno de los artífices de Ámbitos, el teatro Solís era el lugar al que Darnauchans y Cabrera tenían que llegar. Hasta el momento, los proyectos que habían compartido los circunscribían al estudio de grabación. Faltaba un nuevo paso: tocar juntos en vivo. Y en aquel momento, hacia fines de la década de 1980, el mayor desafío era este histórico escenario.

El primer intento fue en 1989, pero no se pudo concretar. El teatro Solís estaba renovando su equipamiento de luces y sonido, y la fecha que en principio se había acordado con Thomas Lowy, entonces director de Cultura de la Intendencia, quedó pendiente para el año siguiente. Y así fue.

"Creo que Eduardo y Fernando no se dieron cuenta de lo que estaban haciendo", apunta Cunha. "Decidieron tocar juntos para sumar públicos", y finalmente llenaron las dos funciones (el miércoles 12 y martes 18 de septiembre). E incluso había surgido la posibilidad de una tercera fecha, a la semana siguiente, que, según Cunha, el teatro no se arriesgó a confirmar.

No obstante, esas dos funciones alcanzaron para que Ámbitos se ubicara en un sitial de privilegio en nuestra historia musical. Las razones ya las conocemos: el notable equilibrio y refinamiento musical que tuvieron las performances de los dos solistas y los músicos que los acompañaron (Carlos Da Silveira, Bernardo Aguerre, Mariana Ingold y Osvaldo Fattoruso), y la compleja puesta en escena que superponía unos cuantos espacios y planos de acción.

Como era previsible, muchos esperaron la edición de un disco con todo ese material. Pero, como sentenció Cabrera a lo largo de estos 18 años que nos separan de aquél Ámbitos: los conciertos no se habían grabado con fines de edición. A lo que agrega: "en aquel momento yo ni siquiera me enteré que se había grabado. Después supe que el técnico Oscar Pessano había sacado un cable de la consola y lo envió a un grabador de casete", pero en ningún momento "pensamos que eso se podía editar".

Ese registro, sin embargo, era para algunos, como Víctor Cunha y Gerardo Grieco, por aquel entonces representante de Darnauchans, un documento que debía llegar al disco. Y durante todos estos años trataron de convencer a Cabrera de que autorizara la edición, cosa que hasta este año no ocurrió. Lo que sucedió también ya se sabe: la circulación de miles de copias "piratas", tomadas de aquel casete grabado por Pessano. Las discrepancias, el disgusto de unos y de otros, era previsible. Hoy las diferencias parecen zanjadas. El disco Darnauchans & Cabrera. Ámbitos (2008), cierra la historia como un documento y un homenaje de Cabrera hacia Darnauchans, su maestro.

"Yo lo admiraba desde mucho antes de convertirme en músico"
FERNANDO CABRERA (*)
"Ámbitos fue grabado en casete por Oscar Pessano sólo con fines de documentación personal, en el momento que hacía el sonido en vivo. De esos casetes extrajimos el sonido que hoy ustedes escuchan, con las debidas o posibles mejoras técnicas que el mismo Pessano y yo aplicamos en su estudio 10 años después. El trabajo fue arduo, pero emocionado y amoroso. No encuentro en la cuantiosa música popular uruguaya, melodías como las de Darnauchans. Pero sería injusto no reparar también en su riquísima elaboración armónica, sobre todo a partir del cuarto disco, Zurcidor. Y dejo para el final el elogio de sus facetas más reconocidas: la voz y las letras. En este recital hay pruebas de esas excelencia".

"Tres años mayor, Eduardo tenía ya una carrera cuando yo comenzaba en la canción uruguaya. Al igual que Jorge Galemire -su notable colaborador en Sansueña- me dio consejos, confianza y amistad. Me hace feliz que su influencia está en mí y aparecerá explícita o no cada vez que componga o interprete una canción".

(*) Parte de un texto inédito que el músico escribió para la edición del disco y que finalmente no fuera incluido. Queda claro su homenaje a un maestro.

La unidad conceptual y expresiva como signos de identidad
En el disco Ámbitos todo suena con singular precisión. Incluso en esos mínimos defasajes que hacen al "swing" y a la sutileza expresiva. Nada parece estar demás. Nada parece faltarle. Fernando Cabrera conmueve con su filosa voz, y corta el aire con angulosos contornos melódicos. Darnauchans carga con todo su pulso poético, su riesgo, y disfruta -por qué buscar otra descripción- ese notable momento que vivía hacia 1990. La banda que los acompaña no va a menos. Bernardo Aguerre y Carlos Da Silveira aportan a los arreglos, la inteligencia de sus toques guitarrísticos. La voz y el teclado de Mariana Ingold se mantienen en un ámbito mínimo de delicadeza y precisión. Y lo mismo ocurre con Osvaldo Fattoruso en batería: equilibra el conjunto, no desborda y se juega al apoyo tímbrico de las líneas vocales. Otro aspecto destacable de esta obra es el minucioso trabajo de edición que realizaron Cabrera y Oscar Pessano, a partir de una digitalización, realizada en el año 2000, de aquella grabación en casete con las dos funciones de Ámbitos, más otras muestras analógicas. El resultado es notable, y potencia la unidad estética de este valioso documento histórico.
El País Digital

Cabrera y Rada- Te abrace en la noche

Link Directo: http://www.youtube.com/watch?v=RlAqQ_MkIA8

Entrevista a Cabrera donde anuncia su disco nuevo de versiones

El 2 de agosto del presente en Patologías Culturales (programa 188) tuvimos el privilegio de charlar telefónicamente con Fernando Cabrera, inmenso músico uruguayo. Aquí transcribimos gran parte de la entrevista.

Escuchando tus discos pareciese que la canción tuya tiene dos momentos: por un lado el de la composición y por otro lado el de los arreglos, algo a lo que se nota le das mucha importancia. ¿Es errada esa impresión o está bien?

Está bien. Es más, te diría que no sé si los arreglos son algo separado de la canción o forman parte de ella. Yo me imagino la canción, casi desde el momento de la composición, con una cantidad de elementos arreglísticos que le son consustanciales. Todo forma parte de ella, porque después en el resultado uno escucha todo junto. Para el oyente que no es muy especialista o que no está en la música, la impresión auditiva es una sola: la batería, la trompeta, el cantante, el chelo, el ritmo, todo junto recibe ¿no? Entonces para mi es todo un poco indisoluble. Y también te digo que yo tengo un costado arreglístico. A mi siempre me gustó la parte de los arreglos, porque incluso te diría que antes de dedicarme yo a la canción, cuando tenía 15 años, 16 o 17, no pensaba que iba a ser un cantante, lo que yo quería ser era un arreglador o un compositor de música instrumental. Me vino el asunto de las canciones un poquito después.

¿Cómo llega?
Por consejo de los amigos que escuchaban algunas de las canciones que yo hacía. Recuerdo muy claramente un colega fallecido ya, Jorge Lazaroff, compañero de estudios que me dijo –escuchando en un recreo canciones mías- “Fernando, dejate de embromar con la música instrumental, vos tenés que dedicarte a la canción”. Eso un poco me dio ánimo, esa breve frase de él me volcó en definitiva a lo que ha sido hasta ahora el centro de mi vida.

¿Te hizo descubrir un costado que no tenías del todo desarrollado o venías ya pensando en eso?
Lo tenía, pero más como el que canta canciones en un asado, una cosa así del interprete. Yo hacía canciones, pero no les daba importancia. En realidad yo cantaba canciones desde los 6 años, porque a esa edad yo empecé a ir a una profesora de guitarra en mi barrio, que, fijate vos, era argentina y se había radicado en Montevideo. Ella me enseñaba guitarra, solfeo y todo eso, pero también canciones. Estamos hablando del año 63 en adelante, en ese momento había un gran auge de la canción argentina de origen folclorístico (sic), y todas las canciones que yo canto desde esa edad en el colegio, en las fiestas de cumpleaños de la familia o en el barrio, eran canciones argentinas: de Atahualpa Yupanqui, de Los Chalchaleros, de Los Fronterizos, etc. Así me inicié.

¿Y cuando aparece la canción más ligada a lo que empezaste a desarrollar después?
Aparece a los 14 o 15 años. Ahí empecé a hacer yo mis primeras canciones propias. Algún día se ve que pensé “bueno, vengo cantando canciones de niño, porque no intentar hacer una yo ¿no?” Y ahí empecé.

¿Influenciado por músicos uruguayos?
Por muchos. Uruguayos, sin dudas, la generación anterior a la mía, que fue la pionera en crear la actual cancionística uruguaya; estoy hablando de Aníbal Sampayo, Silvio Rodríguez Castillos, Alfredo Zitarrosa, etc. También me influenciaron los argentinos que recién te nombraba –Yupanqui por ejemplo- pero también Brasil, Antonio Carlos Jobim, y un poquito después, por el 64, el mundo anglosajón y los Beatles principalmente, luego Dylan. O sea que a mi me ha gustado mucho la música de la Argentina, Brasil y Uruguay, y luego el mundo del rock y del pop.

¿Ya después entran los Rada, Mateo, el candombe...?
Exactamente, claro que sí.
Vos decías recién que el oyente recibe todo como un bloque a través del parlante de la radio. Sin embrago, ustedes los músicos están años –como es tu caso- tratando de encontrarle un sonido a la canción o un arreglo. ¿El tiempo que vos te tomás entre disco y disco últimame tiene que ver con eso, con la búsqueda de un sonido que lleva tiempo encontrar o con otra cuestión?
Con varias cosas. Una, eso que tu dijiste. Otra, la pérdida paulatina a lo largo de mi vida –y lo digo como una cosa afortunada- de la ansiedad, del apuro por editar o por hacer cosas. Otra, el aumento paralelo de la responsabilidad y del temor, y del miedo también, a no repetirse. Pero sobre todo la pérdida de la ansiedad. Yo cuando tenía 20 años o 25 no se porqué, quién me puso en la cabeza, creía que tenía sacar un disco por año o algo así. Hoy en día lo considero un horror. No creo que nadie sea capaz de hacer doce o quince canciones buenas por año, excepto Calamaro (risas). Entonces bajé el ritmo por eso ¿viste? Para tener más cuidado por el producto. ¿Quién me apura? ¿Quién me apura?

¿Y cómo manejás eso? Porque uno de afuera ve muchos músicos que se repiten y a su vez sabe que es algo en lo que no querrían caer jamás? ¿Es manejable?
Depende un poco de tu autocrítica y tu humildad, parámetros más bien psicológicos, no creerte que sos infalible, saber ver los defectos y las repeticiones. Yo le tengo mucho terror a la repetición, cosa que, por otra parte, es muy difícil de evitar, porque inevitablemente está el estilo y la personalidad, pero no me gusta repetirme. Incluso he intentado en mis discos –con suerte despareja- que las canciones individuales mayormente sean diferentes unas de otras, que es un poco la impronta de Los Beatles.

¿Entonces no vamos a esperar de vos un disco conceptual?
Y no. Salvo que digamos que lo conceptual pueda ser una especie de dispersión total. Pero mirá, mi próximo disco, que lo comienzo a preparar ahora, en breve, va a ser por primera vez en mi vida un disco sin temas míos. Va a ser una visita a todos los autores uruguayos anteriores a mi, hoy olvidados o desconocidos. Voy a hacer versiones libres mías de unos quince a dieciséis autores pioneros de la canción uruguaya. A eso le podríamos decir un disco conceptual de repente ¿no?

¿Son algunos de los autores que mencionaste antes?
Esos y varios más: Aníbal Sampayo, Silvio Rodríguez Castillos, los dos principales autores del repertorio de Los Olimareños que son Víctor Lima y Rubén Lena, Anselmo Grau, Daniel Viglietti, Rubén Rada, Eduardo Mateo, Alfredo Zitarrosa, Darnauchans y Marcos Velásquez. Seguramente me olvido de alguno, pero más o menos es ese plantel de gente. Algunos ya han fallecido, otros andan cerca de los 70 años, los más jóvenes de los que te nombré son gente de cerca de 60. Son los anteriores a mi, a mi generación.
Esa generación no ha sido muy conocida por el público argentino masivo. ¿A que pensás que se debe que, salvo excepciones, no se hayan conocido?
Para empezar, la Argentina es un país muy autosuficiente con su música y su arte en general, ustedes tienen una infinidad de músicos talentosísimos y los consumen con mucho cariño. Esa puede ser una explicación. Después, que el Uruguay es un país que tiene muy poca fuerza para sacar para afuera sus cosas. Así como tenemos poca fuerza para exportar otros productos, lo mismo pasa con la cultura y el arte, somos muy chiquitos, no tenemos plata ni industrias discográficas invirtiendo en nuestros países, no tenemos canales de televisión fuertes que se escuchan en otros países, al revés de lo que nos pasa con ustedes, entonces todo eso sumado hace que seamos un lugar un poco satelital o marginal en relación a la verdadera metrópoli de la región, que es Buenos Aires.

Hace un rato nosotros presentamos el disco nuevo de Pedro Aznar –Quebrado- que consta de dos partes: un disco donde hace temas propios y otra donde hace versiones de músicos que en su infancia, su adolescencia y su formación como músico lo influyeron mucho. Hay en eso un lazo afectivo que me parece que es parecido a lo que vos mencionabas recién con lo que estás por hacer ¿no?
Y claro. Pedro es un hombre que yo asemejo a Fito Páez o a Andrés Calamaro. Es gente que ha sido muy respetuosa y que ha investigado mucho su pasado musical, no es la clase de gente que piensa que todo comienza cuando ellos nacieron; establecen un puente con el pasado. Y Pedro es una persona muy formada que tiene mucha información sobre la música uruguaya y brasilera, del pasado argentino, de todo ¿no? Son los músicos que a mi más me gustan, no rompen sino que arman puentes.

Uno de los discos de Pedro lleva por título Cuerpo y alma e incluye una versión de ese tema y otra de Tunguelé, ambos de Eduardo Mateo. Y esto me lleva a preguntarte cómo tomás vos a los músicos que hacen versiones de temas tuyos, una de ellas Liliana Herrero.
¿Y cómo querés que lo tome? Lo que hace Liliana conmigo desde hace varios años es impresionante. Yo siempre digo –no en broma sino en serio- que le voy hacer un monumento a Liliana. Estoy juntando canillas de bronce y todo eso porque ella me ha hecho tanto bien y me ha beneficiado tanto. Y además el cariño personal que nos tenemos. Las versiones que hace de mis temas son formidables. Yo te voy a decir algo, capaz que esto para alguno de los oyentes suena un poco loco, es muy personal ¿no?: Yo considero que Liliana Herrero está haciendo una de las músicas más contemporáneas y modernas de la Argentina, así nomás te lo digo. Es casi vanguardia, a pesar de que trabaja –es evidente- con materiales relacionados con la música criolla y todo eso. Ahora, su enfoque es de lo más moderno que está pasando en Argentina.
Liliana es ejerce un modo de cantar pocas veces visto, desarma y vuelve a construir las canciones a su antojo. Ella se apropia de las canciones. Eso es lo que hace con El tiempo está después, esa canción tuya tan hermosa.
Exactamente. Ahora hizo otra en su último disco La casa de al lado.
Si, hace poco la fui a ver cuando presentó su disco Igual a mi corazón en el Coliseo, e hizo toda una referencia hacia tu persona muy afectiva. Se nota que te tiene mucho cariño y que le gusta mucho lo que hacés.
Si, nos tenemos mucho cariño. Nos conocemos hace mucho, yo conozco a su familia, ha sido muy generosa conmigo.

¿Y vos en qué momento estás de tu relación con Buenos Aires o con Argentina?
Estoy en un muy buen momento. Recibo cada vez que voy a Argentina caudales de halagos y de mimos. Pronto voy a ir, tengo una presentación en el ND Ateneo en el mes de Octubre y voy a ir a Maipú también, invitado por Cristóbal Repetto que canta repertorio de tangos de los años 20 y 30. Se organiza un festejo de su ciudad natal, Maipú, y me invitó.
En el último concierto tuyo en La Trastienda estuvo Fito Páez entre el público y quedo muy sorprendido cundo hiciste la versión de 11 y 6 .
Si, la estuve preparando bastante tiempo antes de ir y después ese día no me salió muy bien. Espero que Fito me haya comprendido. Creo que le gustó, por lo menos a mi no me dijo nada. Sé que ha hecho referencias muy halagadoras que me han dejado muy feliz. Aparte, después estuvo en Montevideo en el Teatro Solís y me invitó a cantar con él, hicimos una cosa muy linda. Es muy generoso Fito también conmigo.

Hace un rato escuchábamos el disco que vos hiciste con Eduardo Mateo en el Teatro del Notariado en 1987. Imagino que en la construcción de la canción Mateo también ha dejado una huella imborrable en vos ¿no?
Si, sin duda. Cuando yo era un chiquilín, tenía unos 14 o 15 años, Mateo ya era una leyenda acá, una leyenda no masiva, no popular, pero sí entre los entendidos, los músicos. Ya en esa época había demostrado una cantidad de cosas increíbles, luego siguió trabajando muchos años más. Ningún músico en Uruguay está libre de la influencia de Mateo. Yo incluso me animaría a decirte que hasta de sus letras aprendía algunas cosas, se habla más bien poco de la parte letrística de Mateo. Y después muchas cosas más: la libertad, el coraje de escaparle siempre a lo estándar, lo cual te hace la vida más difícil –por supuesto- porque tu música va a ser menos fácil de colocar, y no vas a ganar plata y no vas a ser famoso. Y bueno, él siempre fue así. En Uruguay eso es un impronta bastante general: escaparle a la moda, a lo repetido, y tratar de ser original. El siempre fue muy corajudo en ese aspecto. Y después están las cosas de Mateo que son imposibles de imitar y asimilar porque son su verdadero talento y su genialidad, hablo de su dominio rítmico, su swing, Esas cosas uno las puede admirar pero es difícil que las pueda copiar. Era un verdadero superdotado.

¿Fue una sola noche esa del Teatro del Notariado?
Una sola noche pero dos funciones, una atrás de la otra. Después seleccionamos las mejores versiones. Quedamos muertos.

¿A Gustavo Pena Casanova (El príncipe) lo conociste?
Si, lo conocí. Increíble. Acá en Uruguay queda mucha gente por descubrirlo, sigue siendo bastante marginal. Por suerte ahora –lamentablemente a raíz de su fallecimiento- han salido dos o tres discos de él con grabaciones en vivo y otras cosas. Pero siempre fue muy desconocido y lo sigue siendo. Era un personaje, si ustedes lo han escuchado qué les puedo decir yo. Un tipo valiente, original, mucho swing también, un caso parecido a Mateo, no porque se parezca la música sino la actitud. También un poco abandonado y con ciertas dificultades de relación social, hay que decirlo también, lo cual siempre te complica la vida porque andás cerca de la miseria y la pasas mal. Esa es la verdad. Pero tenía mucho coraje.
La música de él y de Mateo y de tantos otros está hecha para perdurar. Ya los ha trascendido.
Si, la música –entre otras cosas- es nuestro orgullo ¿no? Sentimos esa satisfacción de ser un país chiquito y con pocas posibilidades y tener tantos artistas originales. Eso pasa también en el teatro, en la pintura, en la poesía, en la narrativa. Es una linda cosa que tenemos aquí además de las playas y el fútbol, de vez en cuando.

¿Entonces el CD que se viene qué titulo tiene?
Se va a llamar Canciones Propias.
Qué lindo título, porque es lo que hablábamos hace un rato: apropiarse de las canciones.
Claro, lo que decíamos de Liliana.

Fuente: http://patologiacultural.blogspot.com/2008/08/entrevista-con-fernando-cabrera.html