viernes, 31 de agosto de 2012

"Yo no soy un poeta ni lo pretendo"



Fernando Cabrera se adapta al mercado. Producto de sus giras por algunos países de América del Sur su popularidad ha crecido fuera de fronteras. También fronteras adentro hay nuevas generaciones a cuyos oídos llegan por primera vez las melodías del hombre nacido y criado en el Prado. “Está pensado como para que aquellas personas que quizás se acercan por primera vez a lo mío, o que quieran tener de un golpe una cosa representativa”, explica Cabrera a El Observador.

Sábado y domingo se presenta en el Teatro Solís con el espectáculo Intro, una mezcla de canciones y poemas, acompañado por la misma banda que grabó Canciones propias: Federico Righi en bajo, Juan Pablo Chapital en guitarra, Ricardo Gómez en batería y Herman Klang en teclados.

Además, se anima a pisar (y a publicar) la poesía, un territorio lindero con la canción pero con un lógica propia. Un libro de más de 60 poemas acompaña el dvd que compone Intro. Música y poesía: ambas sonaran en el Solís de la garganta de Cabrera.

¿Cuáles son los significados de Intro?
El proyecto Intro es el coraje para publicar una cantidad de poesías, que no son letras de canciones, junto con un dvd, que incluye un concierto hecho en los estudios Ion de Buenos Aires, con 18 temas de todo mi repertorio.

¿Es un “very best” of Cabrera?
Sí. No sé si es una antología. Es una panorámica. El dvd se hizo con una pequeña cantidad de público alrededor, algo muy típico, en unos estudios que son una leyenda en la tradición discográfica de Buenos Aires. Ahí también grabó Totem. En los pasillos tienen las fotos de Yupanqui, Troilo, Piazzolla, Vinicius. Este dvd viene a cumplir una antigua solicitud que recibo siempre que es: “¿Cuándo vas a grabar un disco solo con la guitarra?” se ve que quienes siguen lo mío me prefieren solo con guitarra. Es un Cabrera unplugged, muy bien hecho. Y después los poemas, claro. Son más de sesenta. Me gustó usar la palabra “intro” porque es un término que usamos mucho en la cocina de la partitura, es una palabra muy presente en los músicos. Y por sus connotaciones de interioridad, o de introducción a lo mío. Una cosa que me sucede mucho en los últimos años es que hay gente que me conoce por primera vez ahora. Yo ya tengo 35 años de carrera en esto, una cantidad de discos, sin embargo muchísima gente me escucha por primera vez ahora. Argentinos, chilenos, colombianos. Lo edita Ayuí en Uruguay y S Music en Argentina. Es una buena manera de iniciación para aquel que no me conoce.

¿Es tu “intro” en la literatura también?
Bueno, relativamente. Hace 20 años publiqué un librito pequeño que se llamaba 56 canciones y un diálogo, editado por Trilce. Era un diálogo porque traía un reportaje realizado por Alicia Migdal. ¿Por qué sacar un libro de poesía? Cabe aclarar que yo no soy un poeta ni pretendo ocupar ese lugar. Lo que sí siento es que hay muchas personas que disfrutan de mi forma de escribir y estoy seguro que hay un público que va a recibir esto con agrado y que lo va a leer. Por eso me animo a publicarlo. No me siento poeta, no me dediqué a la poesía como algo central en mi vida.

¿Algunos de estos poemas se conectan con las letras de tus canciones?
No es mi intención. Es una cosa que hago aparte. Que por algo cuando lo termino de escribir no lo destino a guardarlo porque lo voy a musicalizar.

Si aceptás que tus raíces musicales están en muchas patas -Piazzolla, Jobim, los Beatles, el tango, el folklore del Río de la Plata, la música clásica-, ¿cuáles serían tus raíces poéticas?
La lista sería infinita, pero si me retraigo a cuál fue mi primer contacto con la poesía, es el Martín Fierro. Hasta los 13 o 14 años no leía nada ni tenía el menor contacto con la literatura. Y tampoco con otras manifestaciones artísticas: ni el cine, ni el teatro, ni la pintura. Vengo de una familia donde esas cosas no existían. Vivía en el vandalismo adolescente de un colegio de varones.

¿No había biblioteca en tu casa?
Para nada, no había un solo libro. No había motivación. Todo era trabajo, en fin, otros conceptos. No acuso; era así. Un buen día uno de mis mejores amigos, me dice: ‘Vos sabés que en mi casa hay un libro y lo estuve vichando, y estoy seguro que a vos te va a interesar’. Y yo pensé: ‘¿Qué me está diciendo este? ¿Leer un libro?’ Estaba fuera de nuestro catálogo. Este amigo me da el libro y era el Martín Fierro. Tal como él vaticinó, para mí fue un shock, un despertar.

Un libro difícil de entrarle para ser el primero de un lector…
Sí, y aparte yo no tengo ningún tipo de contacto con el medio rural. Soy una persona que adora la cultura criolla, pero que he nacido y he vivido en la ciudad. Leí el Martín Fierro y me pegó fuerte. Comencé a buscar otros libros conectados a lo gauchesco, y me topé con Serafín J. García y Tacuruses. Fue la primera vez que yo compré un libro, que tuve el impulso de conseguir plata y comprarlo. Me morí con Tacuruses. Por unos años tuve una afición completa por la poesía gauchesca. En preparatorios me encuentro con una barra mucho más cultivada y estos amigos me prestan un libro de Mario Benedetti Inventario 67, una antología de poesías de los ’60. Me encontré con otro modo de escritura y otros temas. Esas fueron mis dos vetas de entrada a la poesía y a la literatura en general.

¿Cómo hacés para que los poemas no sean canciones?
No puedo evitar que los poemas sean muy musicales. En Intro hay muy poco verso libre, porque no es un lugar donde me encuentre muy cómodo. Y tampoco escribir con una estructura silábica fija es muy cómodo. Hay mucho octosílabo.

Canciones tuyas como Pueblo, del disco Fines (1995) son poemas. “Con una especie de causa medieval/ que llevan entre los hombros/ los habitantes de este olvido…”
Sí, claro. Eso es un poema. Es un lenguaje hermético, que no parece una canción. Pero bueno, no sé por qué se me habrá ocurrido. Tobogán y Tuve también son muy poéticas. La casa de al lado también.

¿Sos lector de poesía? ¿Qué hay en tu mesa de luz?
Ahora hay poesía de poetas jóvenes uruguayos. He leído poesía toda mi vida. Desde el Siglo de Oro español, poesía brasilera. Conozco bastante bien la obra de Carlos Drummond de Andrade, los concretistas. Conozco la poesía argentina, bastante, la uruguaya, bastante. Y la del mundo anglosajón, en traducciones. También leí incansablemente narrativa. Pero hoy en día me cuesta la ficción. Me cuesta leer una novela, un cuento, lo que alguien haya inventado para entretener a otro. Me dejó de interesar. Puedo leer ensayos, libros de historia, biografías.

¿Qué fue lo último que te emocionó a nivel artístico?
Soy de lagrimita fácil, como dicen. Vi la última de Woody Allen, Medianoche en París. Juega con la realidad de un modo creativo tan increíble…

¿Y hubieras sido el protagonista de la película, a qué época te hubiese gustado escaparte?
La época depende del lugar del planeta. Me hubiera gustado estar acá en alguna otra época. Ser testigo, entre el ‘900 y los ’30 o los ‘40 del origen y la evolución del tango. Haber visto las iniciales orquestas de Francisco Canaro. Haber visto a Gardel, las novedades que trae Bardaro, el origen de la orquesta de Aníbal Troilo. Siento una profunda admiración por ese fenómeno musical que es el tango. Muy rico y muy poco estudiado. Y el Uruguay de esa época, que tuvo esa cosa de avanzada del batllismo, que se manifestó en muchas áreas.


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